El Ministerio de Curación 5A

Principios de Salud

20 - Higiene General

21 - La Higiene Entre los Israelitas

22 - El Vestido

23 - La Alimentación y la Salud

24 - La Carne Considerada Como Alimento

25 - Los Extremos en la Alimentación

26 - Estimulantes y Narcóticos

27 - El Comercio de las Bebidas Alcohólicas

Higiene General

"Vosotros sois el templo de Dios."

"De ninguna forma entrará en él cosa inmunda."

El conocimiento de que el hombre ha de ser templo de Dios, una habitación para revelar su gloria, debe ser el mayor incentivo para el cuidado y desarrollo de nuestras facultades físicas. Asombrosa y maravillosamente formó Dios el cuerpo humano, y nos manda que lo estudiemos, que nos demos cuenta de sus necesidades, que hagamos cuanto esté de nuestra parte para preservarlo de daño y contaminación.

La Circulación de la Sangre

Para tener buena salud, debemos tener buena sangre, pues la sangre es la corriente de la vida. Repara los desgastes y nutre el cuerpo. Provista de los elementos convenientes y purificada y vitalizada por el contacto con el aire puro, da vida y vigor a todas partes del organismo. Cuanto más perfecta sea la circulación, mejor cumplida quedará aquella función.

A cada latido del corazón, la sangre debe fluir rápida y fácilmente por todas partes del cuerpo. Su circulación no debe ser entorpecida por ropas o ligaduras apretadas, ni por insuficiente abrigo en las extremidades. Todo lo que dificulta la circulación detiene la sangre en los órganos vitales y produce congestión. Ésto provoca dolor de cabeza, tos, palpitaciones cardíacas o indigestión.

La Respiración

Para tener buena sangre, debemos respirar bien. Las inspiraciones hondas y completas de aire puro, que llenan los pulmones de oxígeno, purifican la sangre, le dan brillante coloración, y la impulsan, como corriente de vida, por todas partes del cuerpo. La buena respiración calma los nervios, estimula el apetito, hace más perfecta la digestión, y produce sueño sano y reparador.

Hay que conceder a los pulmones la mayor libertad posible. Su capacidad se desarrolla mediante el libre funcionamiento; pero disminuye si se los tiene apretados y comprimidos. De ahí los malos efectos de la costumbre tan común, principalmente en las ocupaciones sedentarias, de encorvarse al trabajar. En esta posición es imposible respirar hondamente. La respiración superficial se vuelve pronto un hábito, y los pulmones pierden la facultad de dilatarse. Se produce un efecto semejante al apretarse el corsé. No se da entonces espacio suficiente a la parte inferior del pecho; los músculos abdominales, destinados a ayudar a la respiración, no tienen libre juego, y se limita la acción de los pulmones.

Así se recibe una cantidad insuficiente de oxígeno. La sangre se mueve perezosamente. Los productos tóxicos del desgaste, que deberían ser eliminados por la espiración, quedan dentro del cuerpo y corrompen la sangre. No sólo los pulmones, sino el estómago, el hígado y el cerebro, quedan afectados. La piel se pone cetrina, la digestión se retarda, se deprime el corazón, se anubla el cerebro, los pensamientos se vuelven confusos, se entenebrece el espíritu, el organismo entero queda deprimido e inactivo y particularmente expuesto a la enfermedad.

Los pulmones eliminan continuamente impurezas, y necesitan una provisión constante de aire puro. El aire impuro no proporciona la cantidad necesaria de oxígeno, y entonces la sangre pasa por el cerebro y demás órganos sin haber sido vivificada. De ahí que resulte indispensable una ventilación completa. Vivir en aposentos cerrados y mal ventilados, donde el aire está viciado, debilita el organismo entero, que se vuelve muy sensible al frío y enferma a la menor exposición al aire. La reclusión en las habitaciones es lo que torna pálidas y débiles a muchas mujeres. Respiran y vuelven a respirar el mismo aire viciado, hasta recargarlo de materias tóxicas expelidas por los pulmones y los poros, y las impurezas regresan así a la sangre.

Ventilación y Sol

En la construcción de edificios de utilidad pública o en los destinados a viviendas, urge asegurar buena ventilación y mucho sol. Las iglesias y las escuelas adolecen muchas veces de eficiencia en este respecto. A la falta de ventilación se debe una gran parte de la somnolencia y pesadez que contrarrestan el efecto de muchos sermones y hacen enojosa e ineficaz la tarea del maestro.

En cuanto sea posible, todo edificio destinado a servir de habitación humana debe construirse en paraje elevado y de fácil desagüe. Ésto asegurará un solar seco, y evitará el peligro de las enfermedades debidas a la humedad y a los miasmas. A este asunto suele darse muy poca atención. Con frecuencia la humedad y el aire viciado de los solares bajos y encharcados ocasionan quebrantos de salud, enfermedades graves y muerte.

En la construcción de casas es de gran importancia asegurar completa ventilación y mucho sol. Haya circulación de aire y mucha luz en cada pieza de la casa. Los dormitorios deben estar dispuestos de tal modo que el aire circule por ellos día y noche. Ningún cuarto es adecuado para servir como dormitorio a menos que pueda abrirse de par en par cada día, para dar acceso al aire y a la luz del sol. En muchos países los dormitorios necesitan calefacción, de modo que puedan quedar calientes y secos en tiempo frío y húmedo.

El cuarto de huéspedes debe recibir tanta atención como las demás piezas dispuestas para el uso constante. Como los demás dormitorios, debe tener aire y sol, y medios de calefacción para secar la humedad de que adolece todo cuarto que no está en uso constante. El que duerme en un cuarto sin sol, o que ocupa una cama que no esté bien seca y oreada, arriesga su salud y acaso su vida.

Al construir la casa, muchos cuidan de disponer sitio para plantas y flores. El invernáculo, o el lugar que se les dedica está abrigado y asoleado, pues sin calor, aire y sol, las plantas no pueden vivir. Si estas condiciones son necesarias para la vida de las plantas, ¡cuánto más lo serán para nuestra salud y para la de nuestras familias y huéspedes!

Si queremos que nuestras casas sean moradas de salud y de dicha, tenemos que situarlas en lugar alto, fuera del alcance de los miasmas y las neblinas de las tierras bajas, y permitir que entren libremente en ellas los agentes vivificantes del cielo. No haya pesadas cortinas, ni enredaderas que, por muy hermosas que sean, hagan sombra a las ventanas; ábranse éstas y sus persianas, y no se deje que crezcan árboles tan cerca de la casa que quiten la luz del sol. El sol podrá ajar cortinas y alfombras y deslucir los marcos de los cuadros; pero en cambio hermoseará con los colores de la salud las mejillas de los niños.

Quienes hayan de cuidar ancianos deben recordar que éstos, más que nadie, necesitan cuartos abrigados y cómodos. Con los años, el vigor declina y mengua la fuerza vital con qué resistir a las influencias malsanas. De ahí que sea tan necesario proporcionar a las personas de edad mucha luz y mucho aire puro.

Limpieza

La limpieza escrupulosa es esencial para la salud del cuerpo y de la mente. El cuerpo elimina continuamente impurezas por conducto de la piel, cuyos millones de poros se obstruyen pronto con la acumulación de desechos si no se la limpia por medio de frecuentes baños. Entonces las impurezas que debieran eliminarse por la piel, sobrecargan los demás órganos de eliminación. A muchas personas les aprovecharía un baño frío o tibio cada día, por la mañana o por la noche. En vez de aumentar la propensión a resfriarse, el baño, tomado debidamente, fortalece contra el frío, pues estimula la circulación. La sangre es atraída a la superficie, de modo que circula con mayor facilidad, y vigoriza tanto el cuerpo como la mente. Los músculos se vuelven más flexibles, la inteligencia más aguda. El baño calma los nervios. Ayuda a los intestinos, al estómago y al hígado, y favorece la digestión.

Importa también que la ropa esté siempre limpia. Las prendas de vestir que se llevan puestas absorben los desechos que el cuerpo elimina por los poros, y si no se mudan y lavan con frecuencia, el cuerpo volverá a absorber todas esas impurezas.

Cualquier forma de desaseo fomenta la enfermedad. Los gérmenes mortíferos abundan en los rincones obscuros y descuidados, en los desechos pútridos, en la humedad y el moho. No se toleren cerca de la casa los desperdicios de verduras ni los montones de hojas caídas que se pudren y vician el aire. No debe haber tampoco dentro de la casa cosas sucias o descompuestas. En ciudades consideradas completamente sanas, más de una epidemia de fiebre se debió a substancias pútridas toleradas alrededor de la casa de algún propietario negligente.

La limpieza perfecta, la abundancia de sol, la cuidadosa atención a las condiciones sanitarias de todo detalle de la vida doméstica, son esenciales para librarse de las enfermedades y para alegrar y vigorizar a los que vivan en la casa.

La Higiene Entre los Israelitas

Obediencia a la ley de Dios resulta en salud.

En la enseñanza que Dios dio a Israel, la conservación de la salud fue objeto de particular cuidado. El pueblo que había salido de la esclavitud contagiado por los hábitos de desaseo contrarios a la salud, que aquélla suele engendrar, recibió la más estricta educación en el desierto antes de entrar en Canaán. Se le enseñaron los principios de la higiene y se le sometió a leyes sanitarias.

Prevención de la Enfermedad

No sólo en su servicio religioso, sino en todos los asuntos de la vida diaria observaban los Israelitas la distinción entre lo puro y lo impuro. Todo aquel que tuviese algo que ver con enfermedades contagiosas e infecciosas quedaba aislado del campamento y no se le permitía volver sin previa purificación de su persona y su ropa. En caso de enfermedad infecciosa, se había de hacer lo siguiente:

"Toda cama en que se acostare [el enfermo] . . . será inmunda; y toda cosa sobre que se sentare, inmunda será. Y cualquiera que tocare a su cama, lavará sus vestidos; lavaráse también a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la tarde. Y el que se sentare sobre aquello en que se hubiere sentado . . . lavará sus vestidos, se lavará también a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la tarde. Asimismo el que tocare la carne del [enfermo] . . lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la tarde . . Y cualquiera que tocare cualquiera cosa que haya estado debajo de él, será inmundo hasta la tarde; y el que la llevare lavará sus vestidos, y después de lavarse con agua, será inmundo hasta la tarde. Y todo aquel a quien tocare . . . y no lavare con agua sus manos, lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la tarde. Y la vasija de barro en que tocare . . será quebrada; y toda vasija de madera será lavada con agua." (Levítico 15:4-12.)

La ley respecto a la lepra es otra demostración del esmero con que debían cumplirse estas leyes:

"Todo el tiempo que la llaga estuviera en él [el leproso], será inmundo; estará impuro: habitará solo; fuera del real será su morada. Y cuando en el vestido hubiere plaga de lepra, en vestido de lana, o en vestido de lino, o en estambre o en trama, de lino o de lana, o en piel, o en cualquiera obra de piel, . . . el sacerdote mirará la plaga. . . . Y si hubiere cundido la plaga en el vestido, o estambre, o en la trama, o en piel, o en cualquiera obra que se hace de pieles, lepra roedora es la plaga; inmunda será. Será quemado el vestido, o estambre o trama, de lana o de lino, o cualquiera obra de pieles en que hubiere tal plaga; porque lepra roedora es: al fuego será quemada." (Levítico 13:46-52.)

Así también, si una casa amenazaba ruina, había que demolerla. El sacerdote "derribará, por tanto, la tal casa, sus piedras, y sus maderos, y toda la mezcla de la casa, y lo sacará fuera de la ciudad a lugar inmundo. Y cualquiera que entrare en aquella casa todos los días que la mandó cerrar, será inmundo hasta la tarde. Y el que durmiere en aquella casa, lavará sus vestidos; también el que comiere en la casa, lavará sus vestidos." (Levítico 14:45-47.)

El Aseo

En forma impresionante se recalcó cuán necesario era el aseo personal. Antes de reunirse al pie del Sinaí para escuchar la proclamación de la ley por la voz de Dios, el pueblo hubo de lavar sus personas y ropas. La violación de esta orden debía castigarse con la pena de muerte. Ninguna impureza podía tolerarse en presencia de Dios.

Durante su estada en el desierto, los israelitas vivieron casi siempre al aire libre, donde las impurezas tenían efecto menos dañino que entre los que viven en casas cerradas. Pero la más estricta atención a la limpieza se exigía dentro y fuera de las tiendas. No se toleraba ningún desecho dentro o fuera del campamento. El Señor había dicho:

"Jehová tu Dios anda por medio de tu campo, para librarte y entregar tus enemigos delante de ti; por tanto será tu real santo." (Deuteronomio 23:14.)

El Régimen Alimenticio

La distinción entre lo puro y lo impuro se aplicaba también al régimen alimenticio:

"Yo Jehová vuestro Dios, que os he apartado de los pueblos. Por tanto, vosotros haréis diferencia entre animal limpio e inmundo, y entre ave inmunda y limpia: y no ensuciéis vuestras personas en los animales, ni en las aves, ni en ninguna cosa que va arrastrando por la tierra, las cuales he apartado por inmundas." (Levítico 20:24-25.)

Muchos alimentos que los paganos comían con toda libertad les estaban prohibidos a los israelitas. Y la prohibición no era arbitraria, pues se trataba de manjares nocivos, y el hecho de que eran declarados inmundos enseñaba que tales manjares contaminan.

Lo que corrompe el cuerpo tiende a corromper el alma. El que lo consume va quedando por ello inhabilitado para tener comunión con Dios y para rendirle un servicio elevado y santo.

Ventajas y Reglamentos

En la tierra prometida, la disciplina que había principiado en el desierto continuó en circunstancias favorables a la formación de buenos hábitos. El pueblo no vivía apiñado en ciudades, sino que cada familia poseía su parcela de tierra y ésto aseguraba a todos las vivificantes bendiciones de una vida pura y conforme a la naturaleza.

Respecto a las prácticas crueles y licenciosas de los cananeos, desposeídos por Israel, dijo el Señor:

"No andéis en las prácticas de la gente que yo echaré de delante de vosotros: porque ellos hicieron todas estas cosas, y los tuve en abominación." (Levítico 20:23.) "Y no meterás abominación en tu casa, porque no seas anatema como ello." (Deuteronomio 7:26.)

En todos los asuntos de su vida diaria, los israelitas recibieron la lección que el Espíritu Santo da en el pasaje siguiente: "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno violare el templo de Dios, Dios destruirá al tal: porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es."(1 Corintios 3:16- 17.)

La Alegría

"El corazón alegre es una buena medicina."—(Proverbios 17:22,V.M.) El agradecimiento, la alegría, la benevolencia, la confianza en el amor y en el cuidado de Dios, constituyen la mayor salvaguardia de la salud. Para los israelitas debían ser el principio fundamental de la vida.

Los tres viajes anuales para asistir a las fiestas de Jerusalén, la estada de una semana en cabañas durante la fiesta de los tabernáculos, eran oportunidades para descansar fuera de casa y cultivar la vida social. Esas fiestas eran ocasiones de regocijo aun más endulzado y enternecido por la circunstancia de que en dichas fiestas se daba hospitalaria acogida al extranjero, al levita y al pobre.

"Te alegrarás con todo el bien que Jehová tu Dios te hubiere dado a ti y a tu casa, tú y el Levita, y el extranjero que está en medio de ti." (Deuteronomio 26:11.)

Así también, en tiempos posteriores, cuando en Jerusalén se leyó la ley de Dios a los cautivos vueltos de Babilonia, y cuando el pueblo lloraba sus transgresiones, se pronunciaron las siguientes palabras de misericordia:

"No os entristezcáis . . Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen prevenido; porque día santo es a nuestro Señor: y no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fortaleza." (Nehemías 8: 9-10.)

Y este mensaje fue publicado y proclamado "por todas sus ciudades y por Jerusalem, diciendo: Salid al monte, y traed ramos de oliva, y ramos de pino, y ramos de arrayán, y ramos de palmas, y ramos de todo árbol espeso, para hacer cabañas como está escrito. Salió pues el pueblo, y trajeron, e hiciéronse cabañas, cada uno sobre su terrado, y en sus patios, y en los patios de la casa de Dios, y en la plaza de la puerta de las Aguas, y en la plaza de la puerta de Ephraim. lY toda la congregación que volvió de la cautividad hicieron cabañas, y en cabañas habitaron . . Y hubo alegría muy grande." (Vers. 15-17.)

Los Resultados de Obedecer la Ley de Dios

Dios dio a Israel instrucciones acerca de los principios esenciales para la salud física y moral, y tanto respecto a éstos como a los referentes a la ley moral el Señor les mandó lo siguiente:

"Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón: y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes: y has de atarlas por señal en tu mano, y estarán por frontales entre tus ojos: y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus portadas." (Deuteronomio 6:6-9.)

"Cuando mañana te preguntare tu hijo, diciendo: ¿Qué significan los testimonios, y estatutos, y derechos que Jehová nuestro Dios nos mandó? Entonces dirás a tu hijo: . . . Mandónos Jehová que ejecutásemos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, porque nos vaya bien todos los días, y para que nos dé vida, como hoy." (Vers.20, 21, 24.) Si los israelitas hubiesen obedecido las instrucciones recibidas y aprovechado sus ventajas, hubieran dado al mundo una verdadera lección objetiva de salud y prosperidad. Si como pueblo hubieran vivido conforme al plan de Dios, habrían sido preservados de las enfermedades que afligían a las demás naciones. Más que ningún otro pueblo, hubieran tenido fuerza física e intelectual. Habrían sido la nación más poderosa del mundo. Dios había dicho:

"Bendito serás más que todos los pueblos." (Deuteronomio 7:14.)

"Jehová te ha ensalzado hoy para que le seas su peculiar pueblo, como él te lo ha dicho, y para que guardes todos sus mandamientos; y para ponerte alto sobre todas las gentes que hizo, para loor, y fama, y gloria; y para que seas pueblo santo a Jehová tu Dios, como él ha dicho." (Deuteronomio 26:18, 19.)

"Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, cuando oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, y el fruto de tu bestia, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas. Bendito tu canastillo y tus sobras. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir." (Deuteronomio 28:2-6.)

"Enviará Jehová contigo la bendición en tus graneros, y en todo aquello en que pusieres tu mano; y te bendecirá en la tierra que Jehová tu Dios te da. Confirmarte ha Jehová por pueblo suyo santo, como te ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tu Dios, y anduvieras en sus caminos. Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es llamado sobre ti, y te temerán. Y te hará Jehová sobreabundar en bienes, en el fruto de tu vientre, y en el fruto de tu bestia, y en el fruto de tu tierra, en el país que juró Jehová a tus padres que te había de dar. Abrirte ha Jehová su buen depósito, el cielo, para dar lluvia a tu tierra en su tiempo, y para bendecir toda obra de tus manos. . . . Y te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola: y estarás encima solamente, y no estarás debajo; cuando obedecieras a los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas." (Vers. 8-13.)

Al sumo sacerdote Aarón y a sus hijos se les dio la instrucción siguiente:

"Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles:Jehová te bendiga, y te guarde: haga resplandecer Jehová su rostro sobre ti, y haya de ti misericordia: Jehová alce a ti su rostro, y ponga en ti paz. Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré." (Números 6:23-27.)

"Como tus días tu fortaleza. No hay como el Dios de Jeshurún, montado sobre los cielos para tu ayuda, y sobre las nubes con su grandeza. El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos, . . Israel fuente de Jacob, habitará confiado solo en tierra de grano y de vino: también sus cielos destilarán rocío. Bienaventurado tú, oh Israel, ¿quién como tú, pueblo salvo por Jehová, escudo de tu socorro, y espada de tu excelencia?" (Deuteronomio 33:25-29.)

Los israelitas no cumplieron el propósito de Dios, y por tanto no recibieron las bendiciones que hubieran podido ser suyas. Pero en José y Daniel, en Moisés y Eliseo, y en otros muchos, tenemos nobles ejemplos de los resultados del verdadero plan de vida. La misma fidelidad producirá hoy los mismos resultados. Para nosotros fue escrito:

"Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable." (1 S. Pedro 2:9.)

"Bendito el varón que se fía en Jehová, y cuya confianza es Jehová." (Jeremías 17:7.)

"El justo florecerá como la palma: crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán. Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes." (Salmo 92:12-14.)

"Tu corazón guarde mis mandamientos: porque largura de días, y años de vida y paz te aumentarán . . Entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará. Cuando te acostares, no tendrás temor; antes te acostarás, y tu sueño será suave. No tendrás temor de pavor repentino, ni de la ruina de los impíos cuando viniere: porque Jehová será tu confianza, y él preservará tu pie de ser preso." (Proverbios 3:1-2, 23-26.)

El Vestido

"Haced todo lo que él os dijere."

La biblia nos enseña la modestia en el vestir. "Asimismo, que asistan las mujeres en traje modesto, adornándose con recato y sobriedad." (1 Timoteo 2:9, V. M.) Este pasaje prohibe la ostentación en el vestir, los colores chillones, los adornos profusos. Todo medio destinado a llamar la atención hacia la persona así vestida, o a despertar la admiración, queda excluido de la modesta indumentaria prescrita por la Palabra de Dios.

Nuestro modo de vestir debe ser de poco costo; no con "oro, o perlas, o vestidos costosos." (1 Timoteo 2:9.)

El dinero es un depósito que Dios nos ha confiado. No es nuestro para gastarlo en cosas que halaguen nuestro orgullo o ambición. En manos de los hijos de Dios el dinero es alimento para los hambrientos y ropa para los desnudos. Es defensa para los oprimidos, recurso de salud para los enfermos y un medio para predicar el Evangelio a los pobres. Se podría dar felicidad a muchos corazones mediante el prudente uso de los recursos que ahora se gastan para la ostentación. Considerad la vida de Cristo. Estudiad su carácter y compartid su abnegación.

En la sociedad llamada cristiana se gasta en joyas y en vestidos inútilmente costosos lo que bastaría para dar de comer a todos los hambrientos y vestir a los desnudos. La moda y la ostentación absorben los recursos con que se podría consolar y aliviar a los pobres y enfermos. Privan al mundo del Evangelio del amor de Cristo. Las misiones languidecen. Las muchedumbres perecen por falta de enseñanza cristiana. A nuestras puertas y en el extranjero los paganos quedan sin educación y se pierden. Frente al hecho de que Dios llenó la tierra con sus larguezas, hinchió sus depósitos con las comodidades de la vida y nos dio gratuitamente el conocimiento salvador de su verdad, ¿qué disculpa alegaremos por permitir que asciendan al cielo los clamores de la viuda y del huérfano, de los enfermos y los que padecen, de los ignorantes y los perdidos? En el día de Dios, al estar cara a cara con Aquel que dio su vida por estos necesitados, ¿qué disculpa aducirán los que hoy malgastan tiempo y dinero en culpables satisfacciones que Dios prohibió? ¿No les dirá Cristo: "Tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui . . desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis?" (S. Mateo 25:42-43.)

Pero nuestra indumentaria, si bien modesta y sencilla, debe ser de buena calidad, de colores decentes, y apropiada para el uso. Deberíamos escogerla por su durabilidad más bien que para la ostentación. Debe proporcionarnos abrigo y protección adecuada. La mujer prudente descrita en los Proverbios "no tendrá temor de la nieve por su familia, porque toda su familia está vestida de ropas dobles." (Proverbios 31:21.)

Nuestra ropa debe estar limpia. El desaseo en el vestir es contrario a la salud y, por tanto, perjudicial para el cuerpo y el alma. "¿No sabéis que sois templo de Dios? . . Si alguno violare el templo de Dios, Dios destruirá al tal." (1 Corintios 3:16-17.)

En todos respectos debemos vestir conforme a la higiene. "Sobre todas las cosas," Dios quiere que tengamos salud tanto del cuerpo como del alma. Debemos colaborar con Dios para asegurar esa salud. En ambos sentidos nos beneficia la ropa saludable.

Esta debe tener la donosura, belleza y la idoneidad de la sencillez. Cristo nos previno contra el orgullo de la vida, pero no contra su gracia y belleza natural. Dirige nuestra atención a las flores del campo, a los lirios de tan significativa pureza, y dice: "Ni aun Salomón con toda su gloria fue vestido así como uno de ellos." (S. Mateo 6:29.) Por medio de las cosas de la naturaleza, Cristo nos enseña cuál es la belleza que el cielo aprecia, la gracia modesta, la sencillez, la pureza, la corrección que harán nuestro atavío agradable a Dios.

El vestido más hermoso es el que nos manda llevar como adorno del alma. No hay atavío exterior que pueda compararse en valor y en belleza con aquel "espíritu agradable y pacífico" que en su opinión es "de grande estima." (1 S. Pedro 3:4.)

Para quienes hacen de los principios del Salvador la guía de su vida, ¡cuán preciosas son sus promesas!

"Y por el vestido, ¿por qué os congojáis? . . Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros? . . . No os congojéis pues, diciendo: . . . ¿Con qué nos cubriremos? . . que vuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas habéis menester. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas." (S. Mateo 6:28, 30-33)

"Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti se ha confiado." (Isaías 26:3)

El Despotismo de la Moda

¡Cómo contrasta ésto con el cansancio, la inquietud, la enfermedad y la desdicha que resaltan del despotismo de la moda! ¡Cuán contrarias a los principios consignados en las Escrituras son muchas de las confecciones impuestas por la moda! Pensad en los estilos que han prevalecido en los últimos siglos o aun en las últimas décadas. ¡Cuántos de ellos, si no hubieran sido impuestos por la moda, nos parecerían indecorosos! ¡cuántos nos parecerían impropios de una mujer refinada, temerosa de Dios y respetuosa de sí misma!

Los cambios introducidos en la indumentaria, meramente por causa de la moda, no son sancionados por la Palabra de Dios. Los cambios de la moda y los adornos costosos malgastan el tiempo y el dinero de los ricos, así como las energías de la mente y del alma. Imponen, además, una pesadísima carga a las clases medias y pobres de la sociedad. Muchas mujeres que a duras penas se ganan el sustento, y que con modas sencillas podrían hacerse sus propios vestidos, se ven obligadas a acudir a la modista para sujetarse a la moda. Más de una niña pobre, para llevar un vestido elegante, se ha privado de ropa interior y de abrigo y ha pagado este desacierto con su vida. Otras, llevadas por el deseo de la ostentación y de la elegancia de los ricos, entraron en el camino de la deshonestidad y la vergüenza. Más de una familia tiene que privarse de comodidades, más de un padre de familia se ve arrastrado a las deudas y a la ruina para satisfacer las extravagantes exigencias de la esposa y los hijos.

Más de una mujer, obligada a confeccionar sus vestidos o el de sus hijos, conforme a la moda, se ve condenada a incesante y pesadísimo trabajo. Más de una madre, enervada y con los dedos trémulos, pena hasta las altas horas de la noche para añadir al vestido de sus hijos inútiles adornos que en nada contribuyen a la salud, a la comodidad o a la belleza. Por amor a la moda sacrifica la salud y aquella calma del espíritu tan indispensable para el buen gobierno de sus hijos. Así descuida la cultura del espíritu y del corazón, y su alma se empequeñece.

La madre no tiene tiempo para estudiar los principios del desarrollo físico a fin de aprender a cuidar de la salud de sus hijos. No tiene tiempo para atender a las necesidades intelectuales o espirituales de ellos, ni para simpatizar con ellos en sus pequeños desengaños y pruebas, ni para participar en sus intereses y propósitos.

Casi tan pronto como llegan al mundo, los hijos se ven sometidos a la influencia de la moda. Oyen más conversaciones acerca de los vestidos que acerca del Salvador. Ven a sus madres consultar los figurines de la moda con más interés que la Biblia. La ostentación en el vestir se considera de mayor importancia que el desarrollo del carácter. Tanto los padres como los hijos quedan privados de lo más dulce y verdadero de la vida. Por causa de la moda no reciben preparación para la vida venidera.

Los Efectos Físicos del Vestirse Inapropiadamente

El enemigo de todo lo bueno fue quién instigó el invento de modas veleidosas. No desea otra cosa que causar perjuicio y deshonra a Dios al labrar la ruina y la miseria de los seres humanos. Uno de los medios más eficaces para lograr ésto lo constituyen los ardides de la moda, que debilitan el cuerpo y la mente y empequeñecen el alma.

Las mujeres están sujetas a graves enfermedades, y sus dolencias empeoran en gran manera por el modo de vestirse. En vez de conservar su salud para las contingencias que seguramente han de venir, sacrifican demasiado a menudo con sus malos hábitos no sólo la salud, sino la vida y dejan a sus hijos una herencia de infortunio, en una constitución arruinada, hábitos pervertidos y falsas ideas acerca de la vida.

Uno de los disparates más dispendiosos y perjudiciales de la moda es la falda que barre el suelo, por lo sucia, incómoda, inconveniente y malsana. Todo ésto y más aún, se puede decir de la falda rastrera. Es costosa, no sólo por el género superfluo que entra en su confección, sino porque se desgasta innecesariamente por ser tan larga. Cualquiera que haya visto a una mujer así ataviada, con las manos llenas de paquetes, intentando subir o bajar escaleras, trepar a un tranvía, abrirse paso por entre la muchedumbre, andar por suelo encharcado, o por un camino cenagoso, no necesita más pruebas para convencerse de la incomodidad de la falda larga.

Otro grave mal es que las caderas sostengan el peso de la falda. Este gran peso, al oprimir los órganos internos, los arrastra hacia abajo, por lo que causa debilidad del estómago y una sensación de cansancio, que crea en la víctima una propensión a encorvarse, que oprime aún más los pulmones y dificulta la respiración.

En estos últimos años los peligros que resultan de la compresión de la cintura han sido tan discutidos que pocas personas pueden alegar ignorancia sobre el particular; y sin embargo, tan grande es el poder de la moda que el mal sigue adelante, con incalculable daño para las mujeres. Es de suma importancia para la salud que el pecho disponga de sitio suficiente para su completa expansión y los pulmones puedan inspirar completamente, pues cuando están oprimidos disminuye la cantidad de oxígeno que inhalan. La sangre resulta insuficientemente vitalizada, y las materias tóxicas del desgaste que deberían ser eliminadas por los pulmones, quedan en el organismo. Además, la circulación se entorpece, y los órganos internos quedan tan oprimidos que se desplazan y no pueden funcionar debidamente.

El corsé apretado no embellece la figura. Uno de los principales elementos de la belleza física es la simetría, la proporción armónica de los miembros. Y el modelo correcto para el desarrollo físico no se encuentra en los figurines de las modistas francesas, sino en la forma humana tal como se desarrolla según las leyes de Dios en la naturaleza. Dios es autor de toda belleza, y sólo en la medida en que nos conformemos a su ideal nos acercaremos a la norma de la verdadera belleza.

Otro mal fomentado por la costumbre es la distribución desigual de la ropa, de modo que mientras ciertas partes del cuerpo llevan un exceso de ropa, otras quedan insuficientemente abrigadas. Los pies, las piernas, y los brazos, por estar más alejados de los órganos vitales, deberían ir mejor abrigados. Es imposible disfrutar buena salud con las extremidades siempre frías, pues si en ellas hay poca sangre, habrá demasiada en otras partes del cuerpo. La perfecta salud requiere una perfecta circulación; pero ésta no se consigue llevando en el tronco, donde están los órganos vitales, tres o cuatro veces más ropa que en las extremidades.

Un sinnúmero de mujeres están nerviosas y agobiadas porque se privan del aire puro que les purificaría la sangre, y de la soltura de movimientos que aumentaría la circulación por las venas para beneficio de la vida, la salud y la energía. Muchas mujeres han contraído una invalidez crónica cuando hubieran podido gozar salud, y muchas han muerto de consunción y otras enfermedades cuando hubieran podido alcanzar el término natural de su vida, si se hubiesen vestido conforme a los principios de la salud y hubiesen hecho abundante ejercicio al aire libre.

Para conseguir la ropa más saludable, hay que estudiar con mucho cuidado las necesidades de cada parte del cuerpo y tener en cuenta el clima, las circunstancias en que se vive, el estado de salud, la edad y la ocupación. Cada prenda de indumentaria debe sentar holgadamente, sin entorpecer la circulación de la sangre ni la respiración libre, completa y natural. Todas las prendas han de estar lo bastante holgadas para que al levantar los brazos se levante también la ropa.

Las mujeres carentes de salud pueden mejorar mucho su estado merced a un modo de vestir razonable y el ejercicio. Vestidas convenientemente para el recreo, hagan ejercicio al aire libre, primero con mucho cuidado, pero aumentando la cantidad de ejercicio conforme aumente su resistencia. De este modo muchas podrán recobrar la salud, y vivir para desempeñar su parte en la obra del mundo.

Independientes de la Moda

En vez de afanarse por cumplir con las exigencias de la moda, tengan las mujeres el valor de vestirse saludable y sencillamente. En vez de sumirse en una simple rutina de faenas domésticas, encuentre la esposa y madre de familia tiempo para leer, para mantenerse bien informada, para ser compañera de su marido y para seguir de cerca el desarrollo de la inteligencia de sus hijos. Aproveche sabiamente las oportunidades presentes para influir en sus amados de modo que los encamine hacia la vida superior. Haga del querido Salvador su compañero diario y su amigo familiar. Dedique algo de tiempo al estudio de la Palabra de Dios, a pasear con sus hijos por el campo y a aprender de Dios por la contemplación de sus hermosas obras.

Consérvese alegre y animada. En vez de consagrar todo momento a interminables costuras, haga de la velada de familia una ocasión de grata sociabilidad, una reunión de familia después de las labores del día. Un proceder tal induciría a muchos hombres a preferir la sociedad de los suyos en casa a la del casino o de la taberna. Muchos muchachos serían guardados del peligro de la calle o de la tienda de comestibles de la esquina. Muchas niñas evitarían las compañías frívolas y seductoras. La influencia del hogar llegaría a ser entonces para padres e hijos lo que Dios se propuso que fuera, es decir, una bendición para toda la vida.

La Alimentación y la Salud

"Comen para reparación y no para borrachera."

Nuestro cuerpo se forma con el alimento que ingerimos. En los tejidos del cuerpo se realiza de continuo un proceso de reparación, pues el funcionamiento de los órganos acarrea desgaste, y éste debe ser reparado por el alimento. Cada órgano del cuerpo exige nutrición. El cerebro debe recibir la suya; y lo mismo sucede con los huesos, los músculos y los nervios. Es una operación maravillosa la que transforma el alimento en sangre, y aprovecha esta sangre para la reconstitución de las diversas partes del cuerpo; y esta operación, que prosigue de continuo, suministra vida y fuerza a cada nervio, músculo y órgano.

Elección del Alimento

Deben escogerse los alimentos que mejor proporcionen los elementos necesarios para la reconstitución del cuerpo. En esta elección, el apetito no es una guía segura. Los malos hábitos en el comer lo han pervertido. Muchas veces pide alimento que altera la salud y causa debilidad en vez de producir fuerza. Tampoco podemos dejarnos guiar por las costumbres de la sociedad. Las enfermedades y dolencias que prevalecen por doquiera provienen en buena parte de errores comunes respecto al régimen alimenticio.

Para saber cuáles son los mejores comestibles tenemos que estudiar el plan original de Dios para la alimentación del hombre. El que creó al hombre y comprende sus necesidades, indicó a Adán cuál era su alimento. "He aquí, dijo, que os he dado toda hierba que da simiente, . . y todo árbol en que hay fruto de árbol que da simiente, seros ha para comer." (Génesis 1:29.) Al salir del Edén para ganarse el sustento labrando la tierra bajo el peso de la maldición del pecado, el hombre recibió permiso para comer también "hierba del campo." (Génesis 3:18.)

Los cereales, las frutas carnosas, las oleaginosas y las legumbres constituyen el alimento escogido para nosotros por el Creador. Preparados del modo más sencillo y natural posible, son los comestibles más sanos y nutritivos. Comunican una fuerza, una resistencia y un vigor intelectual que no pueden obtenerse de un régimen alimenticio más complejo y estimulante.

Pero no todos los alimentos sanos de por si convienen igualmente a nuestras necesidades en cualquier circunstancia. Nuestro alimento debe escogerse con mucho cuidado. Nuestro régimen alimenticio debe adaptarse a la estación del año, al clima en que vivimos y a nuestra ocupación. Algunos alimentos que convienen perfectamente a una estación del año o en cierto clima, no convienen en otros. También sucede que ciertos alimentos son los más apropiados para diferentes ocupaciones. Con frecuencia el alimento que un operario manual o bracero puede consumir con provecho no conviene a quien se entrega a una ocupación sedentaria o a un trabajo mental intenso. Dios nos ha dado una amplia variedad de alimentos sanos, y cada cual debe escoger el que más convenga a sus necesidades, conforme a la experiencia y a la sana razón.

La abundancia de frutas, oleaginosas y cereales que nos proporciona la naturaleza es grande, y año tras año se acrecienta la facilidad de comunicaciones que permite el intercambio de productos de un país con otro. Como resultado, muchos alimentos que hace pocos años se consideraban lujos están hoy al alcance de todos para el consumo diario. Ésto sucede principalmente con las frutas desecadas y las puestas en conserva.

Las oleaginosas [nueces, avellanas, almendras, maní o cacahuete] y sus derivados van substituyendo en gran medida a la carne. Con ellas pueden combinarse cereales, frutas carnosas y varias raíces, para constituir alimentos sanos y nutritivos; pero hay que tener cuidado de no incluir una proporción demasiado elevada de oleaginosas. Es posible que aquellos a quienes no les sienta bien su consumo, vean subsanarse la dificultad si prestan atención a esta advertencia. Debe recordarse también que algunas no son tan sanas como otras. Las almendras, por ejemplo, son mejores que los cacahuetes, pero no obstante éstos también son nutritivos y de fácil digestión si se toman en pequeñas cantidades y mezclados con cereales.

Convenientemente preparadas, las aceitunas, lo mismo que las oleaginosas, pueden reemplazar la mantequilla y la carne. El aceite tal como se ingiere en la aceituna, es muy preferible al aceite animal y a la grasa. Es laxante. Su uso beneficiará a los enfermos de consunción y podrá curar o aliviar las inflamaciones del estómago.

Las personas acostumbradas a un régimen fuerte y muy estimulante tienen el gusto pervertido y no pueden apreciar de buenas a primeras un alimento sencillo. Se necesita tiempo para normalizar el gusto y para que el estómago se reponga del abuso. Pero los que perseveren en el uso de alimentos sanos, los encontrarán sabrosos al cabo de algún tiempo. Podrán apreciar su sabor delicado y los comerán con deleite, en preferencia a las golosinas malsanas. Y el estómago, en condición de salud, es decir, ni febril ni recargado, desempeñará fácilmente su tarea.

Variedad

Para conservar la salud, se necesita una cantidad suficiente de alimento sano y nutritivo. Sí procedemos con prudencia, podremos conseguir en casi cualquier país la clase de alimentos que más favorece a la salud. Las variadas preparaciones de arroz, trigo, maíz y avena, como también las judías, porotos o fréjoles, guisantes y lentejas, se exportan hoy a todas partes. Estos alimentos, junto con las frutas indígenas o importadas, y con la variedad de verduras propias de cada país, facilitarán la elección y la composición de comidas, sin necesidad de carnes.

En cualquier parte en que abunde la fruta, hay que conservar abundantes cantidades para el invierno, ya en frascos o latas, ya desecadas. Pueden cultivarse con ventaja frutas menudas, como grosellas, fresas, frambuesas, zarzamoras, etc., en los países en que este cultivo es escaso o descuidado.

Para la conservación de frutas en la casa, los envases de vidrio convienen más que las latas. Es de todo punto indispensable que la fruta que se ha de conservar esté en buenas condiciones. Úsese poco azúcar, y no se cueza la fruta más del tiempo indispensable para su conservación. Así preparada, la conserva de fruta es excelente substituto de la fruta fresca.

Donde las frutas desecadas, como uvas pasas, ciruelas, manzanas, peras, melocotones y albaricoques o damascos, puedan obtenerse a precios moderados, se verá que pueden emplearse como alimentos de consumo corriente mucho más de lo que se acostumbra, y con los mejores resultados para la salud y el vigor de todas las clases de personas activas.

No debe haber gran variedad de manjares en una sola comida, pues ésto fomenta el exceso en el comer y causa la indigestión.

No conviene ingerir frutas y verduras en la misma comida, pues a las personas de digestión débil esta combinación les produce muchas veces desórdenes gástricos e incapacidad para el esfuerzo mental. Es mejor consumir la fruta en una comida y las verduras en otra.

Las comidas deben ser variadas. Los mismos manjares, preparados del mismo modo, no deben figurar en la mesa, comida tras comida y día tras día. Las comidas se ingieren con mayor gusto y aprovechan mucho más cuando los manjares son variados.

Preparación del Alimento

Error grave es comer tan sólo para agradar al paladar; pero la calidad de los comestibles o el modo de prepararlos no es indiferente. Si el alimento no se come con gusto, no nutrirá tan bien al organismo. La comida debe escogerse cuidadosamente y prepararse con inteligencia y habilidad.

En la elaboración del pan, la harina blanca muy fina no es la mejor. Su uso no es saludable ni económico. El pan de harina blanca carece de los elementos nutritivos que se encuentran en el pan amasado con harina integral de trigo. Es causa frecuente de estreñimiento y otros efectos malsanos.

El uso de soda de leudar, o polvos de hornear (bicarbonato de sodio, etc.), en la elaboración del pan es nocivo e inútil. La soda inflama el estómago, y a veces envenena todo el organismo. Muchas cocineras se figuran que no pueden hacer buen pan sin soda, pero ésto es un error. Si quisieran tomarse la molestia de aprender mejores métodos, su pan sería más sano, y también más sabroso para un paladar normal.

En la elaboración del pan leudado con levadura, no se debe emplear leche en vez de agua, pues el pan resulta así inútilmente más caro y mucho menos sano. El pan de leche no se conserva tanto tiempo después de cocido como el pan hecho con agua, y se fermenta con más facilidad en el estómago.

El pan debe ser ligero y agradable, sin acidez. Los panes deben ser pequeños, y tan bien cocidos que, en cuanto sea posible, los gérmenes de la levadura queden destruídos. Cuando está caliente y recién cocido, el pan leudado, cualquiera que sea su calidad, no es de fácil digestión. No debería nunca figurar en la mesa. No sucede lo mismo con el pan sin levadura. Los panecillos de harina de trigo sin levadura recién cocidos en un horno caliente, son saludables y sabrosos.

Los cereales que se emplean para hacer gacha deben cocerse varias horas; pero los alimentos blandos o líquidos son menos saludables que los secos, los cuales requieren una masticación cabal. El zwieback (pan cocido dos veces) es uno de los alimentos más sabrosos y digeribles. Para hacerlo, córtese en rebanadas el pan leudado ordinario y séquense éstas en un horno caliente hasta que desaparezca todo rastro de humedad. Se dejan en el horno hasta que estén levemente tostadas, pero de una manera uniforme. Este pan, guardado en sitio seco, puede conservarse mucho más tiempo que el pan común, y si antes de comerlo se lo vuelve a calentar, resultará tan fresco como al acabar de hacerlo.

Se suele emplear demasiado azúcar en las comidas. Las tortas, los budines, las pastas, las jaleas, los dulces son causas activas de indigestión. Particularmente dañinos son los flanes cuyos ingredientes principales son la leche, los huevos y el azúcar. Debe evitarse el consumo copioso de la leche con azúcar.

Si se hace uso de leche, debe ser bien esterilizada, pues con esta precaución hay menos peligro de enfermedad. La mantequilla es menos nociva cuando se la come con pan asentado que cuando se la emplea para cocinar, pero por regla general es mejor abstenerse de ella. El queso merece aún más objeciones; es absolutamente impropio como alimento.

El alimento escaso y mal cocido vicia la sangre, pues debilita los órganos que la producen. Desarregla el organismo y causa enfermedades acompañadas de nerviosidad y mal humor. Cuéntanse hoy día por miles y decenas de millares las víctimas de la cocina defectuosa. Sobre muchas tumbas podrían escribirse epitafios como éstos: "Muerto por culpa de la mala cocina." "Muerto de resultas de un estómago estragado por el abuso."

Es un deber sagrado para las personas que cocinan, aprender a preparar comidas sanas. Muchas almas se pierden como resultado de los alimentos mal preparados. Se necesita pensar mucho y tener mucho cuidado para hacer buen pan; pero en un pan bien hecho hay más religión de lo que muchos se figuran. Son muy pocas las cocineras realmente buenas. Las jóvenes piensan que cocinar y hacer otras tareas de la casa es trabajo servil; y por lo tanto, muchas que se casan y deben atender a una familia tienen muy poca idea de los deberes que incumben a la esposa y madre.

La ciencia culinaria no es una ciencia despreciable sino una de las más importantes de la vida práctica. Es una ciencia que toda mujer debería aprender, y que debería ser enseñada en forma provechosa a las clases pobres. Preparar manjares apetitosos, al par que sencillos y nutritivos, requiere habilidad; pero puede hacerse. Las cocineras deberían saber preparar manjares sencillos en forma saludable, y de tal manera que resulten sabrosos precisamente por su sencillez.

Toda mujer que está a la cabeza de una familia pero no entiende el arte de la sana cocina, debería resolverse a aprender algo de tanta importancia para el bienestar de los suyos. En muchas ciudades hay escuelas de cocina higiénica que ofrecen oportunidad para instruirse en la materia. La que no dispone de este recurso debería ponerse por algún tiempo bajo la dirección de alguna buena cocinera y perseverar en su esfuerzo por desarrollarse hasta hacerse maestra en el arte culinario.

Regularidad en el Comer

La regularidad en las comidas es de vital importancia. Debe haber una hora señalada para cada comida, y entonces cada cual debe comer lo que su organismo requiere, y no ingerir más alimento hasta la comida siguiente. Son muchos los que comen a intervalos desiguales y entre comidas, cuando el organismo no necesita comida, porque no tienen suficiente fuerza de voluntad para resistir sus inclinaciones. Los hay que cuando van de viaje se pasan el tiempo comiendo bocaditos de cuanto comestible les cae a mano. Ésto es muy perjudicial. Si los que viajan comiesen con regularidad y sólo alimentos sencillos y nutritivos, no se sentirían tan cansados, ni padecerían tantas enfermedades.

Otro hábito pernicioso es el de comer inmediatamente antes de irse a la cama. Pueden haberse tomado ya las comidas de costumbre; pero por experimentar una sensación de debilidad, se vuelve a comer. Cediendo así al apetito se establece un hábito tan arraigado, que muchas veces se considera imposible dormir sin comer algo. Como resultado de estas cenas tardías la digestión prosigue durante el sueño; y aunque el estómago trabaja constantemente no lo hace en buenas condiciones. Las pesadillas suelen entonces perturbar el sueño, y por la mañana se despierta uno sin haber descansado, y con pocas ganas de desayunar. Cuando nos entregamos al descanso, el estómago debe haber concluido ya su tarea, para que él también pueda descansar como los demás órganos del cuerpo. A las personas de hábitos sedentarios les resultan particularmente perjudiciales las cenas tardías, y el desarreglo que les ocasionan es muchas veces principio de alguna enfermedad que acaba en muerte.

En muchos casos, la sensación de debilidad que da ganas de comer proviene del excesivo recargo de los órganos digestivos durante el día. Éstos, después de haber digerido una comida, necesitan descanso. Entre las comidas deben mediar cuando menos cinco o seis horas, y la mayoría de las personas que quieran hacer la prueba verán que dos comidas al día dan mejor resultado que tres.

Cómo No se Debe Comer

Los manjares no deben ingerirse muy calientes ni muy fríos. Si la comida está fría, la fuerza vital del estómago se distrae en parte para calentarlos antes que pueda digerirlos. Por el mismo motivo las bebidas frías son perjudiciales, al par que el consumo de bebidas calientes resulta debilitante. En realidad, cuanto más líquido se toma en las comidas, más difícil es la digestión, pues el liquido debe quedar absorbido antes de que pueda empezar la digestión. Evítese el uso de mucha sal y el de encurtidos y especias, consúmase mucha fruta, y desaparecerá en gran parte la irritación que incita a beber mucho en la comida.

Conviene comer despacio y masticar perfectamente, para que la saliva se mezcle debidamente con el alimento y los jugos digestivos entren en acción.

Otro mal grave es el de comer a deshoras, como por ejemplo después de un ejercicio violento y excesivo, o cuando se siente uno extenuado o acalorado. Inmediatamente después de haber comido, el organismo gasta un gran caudal de energía nerviosa; y cuando la mente o el cuerpo están muy recargados inmediatamente antes o después de la comida, la digestión queda entorpecida. Cuando se siente uno agitado, inquieto o apurado, es mejor no comer antes de haber obtenido descanso o sosiego.

Hay una estrecha relación entre el cerebro y el estómago, y cuando éste enferma se substrae fuerza nerviosa del cerebro para auxiliar a los órganos digestivos debilitados. Si ésto sucede con demasiada frecuencia, se congestiona el cerebro. Cuando la actividad cerebral es continua y escasea el ejercicio físico, aun la comida sencilla debe tomarse con moderación. Al sentarse a la mesa, deséchense los cuidados, las preocupaciones y todo apuro, para comer despacio y alegremente, con el corazón lleno de agradecimiento a Dios por todos sus beneficios.

El Sobrecomer

Muchos de los que han descartado de su alimentación las carnes y demás manjares perjudiciales, piensan que, por ser sus alimentos sencillos y sanos, pueden ceder al apetito sin moderación alguna, y comen con exceso y a veces se entregan a la glotonería. Es un error. Los órganos digestivos no deben recargarse con una cantidad o calidad de alimento cuya asimilación abrume al organismo.

La costumbre ha dispuesto que los manjares se sirvan a la mesa en distintos platos. Como el comensal no sabe siempre qué plato sigue, es posible que satisfaga su apetito con una cantidad de un alimento que no es el que mejor le convendría. Cuando llega el último plato se arriesga a excederse sirviéndose del postre tentador que, en tal caso, le resulta perjudicial. Si todos los manjares de la comida figuran en la mesa desde un principio, cada cual puede elegir a su gusto.

A veces el resultado del exceso en el comer se deja sentir en el acto. En otros casos no se nota dolor alguno; pero los órganos digestivos pierden su poder vital y la fuerza física resulta minada en su fundamento.

El exceso de comida recarga el organismo, y crea condiciones morbosas y febriles. Hace afluir al estómago una cantidad excesiva de sangre, lo que muy luego enfría las extremidades. Impone también un pesado recargo a los órganos digestivos, y cuando éstos han cumplido su tarea, se experimenta decaimiento y languidez. Los que se exceden así continuamente en el comer llaman hambre a esta sensación; pero en realidad no es más que el debilitamiento de los órganos digestivos. A veces se experimenta embotamiento del cerebro, con aversión para todo trabajo mental o físico.

Estos síntomas desagradables se dejan sentir porque la naturaleza hizo su obra con un gasto inútil de fuerza vital y quedó completamente exhausta. El estómago clama: "Dadme descanso." Pero muchos lo interpretan como una nueva demanda de alimento; y en vez de dar descanso al estómago le imponen más carga. En consecuencia es frecuente que los órganos digestivos estén gastados cuando debieran seguir funcionando bien.

Comiendo en Día Sábado

No debemos proveer para el sábado una cantidad de alimento más abundante ni variada que para los demás días. Por el contrario, el alimento debe ser más sencillo, y debe comerse menos para que la mente se encuentre despejada y vigorosa para entender las cosas espirituales. A estómago cargado, cerebro pesado. Pueden oírse las más hermosas palabras sin apreciarlas, por estar confusa la mente a causa de una alimentación impropia. Al comer con exceso en el día de reposo, muchos contribuyen más de lo que se figuran a incapacitarse para aprovechar los recursos de edificación espiritual que ofrece ese día.

Debe evitarse el cocinar en sábado; pero no por ésto es necesario servir los alimentos fríos. En tiempo frío debe calentarse la comida preparada la víspera. Aunque sencillas, las comidas deben ser apetitosas y agradables. Con particularidad en las familias donde hay niños, conviene que el sábado se sirva algo especial, algo que la familia no suela disfrutar cada día.

Reforma en la Dieta

Cuando se han contraído hábitos dietéticos erróneos debe procederse sin tardanza a una reforma. Cuando el abuso del estómago ha resultado en dispepsia deben hacerse esfuerzos cuidadosos para conservar el resto de la fuerza vital, evitando todo recargo inútil. Puede ser que el estómago nunca recupere la salud completa después de un largo abuso; pero un régimen dietético conveniente evitará un mayor aumento de la debilidad, y muchos se repondrán más o menos del todo. No es fácil prescribir reglas para todos los casos; pero prestando atención a los buenos principios dietéticos se realizarán grandes reformas, y la persona que cocine no tendrá que esforzarse tanto para halagar el apetito.

La moderación en el comer se recompensa con vigor mental y moral, y también ayuda a refrenar las pasiones. El exceso en el comer es particularmente perjudicial para los de temperamento lerdo. Los tales deben comer con frugalidad y hacer mucho ejercicio físico. Hay hombres y mujeres de excelentes aptitudes naturales que por no dominar sus apetitos no realizan la mitad de aquello de que son capaces.

En ésto pecan muchos escritores y oradores. Después de comer mucho, se entregan a sus ocupaciones sedentarias, leyendo, estudiando o escribiendo, sin darse tiempo para hacer ejercicio físico. En consecuencia, el libre flujo de los pensamientos y las palabras queda contenido. No pueden escribir ni hablar con la fuerza e intensidad necesarias para llegar al corazón de la gente, y sus esfuerzos se embotan y esterilizan.

Quienes llevan importantes responsabilidades, y sobre todo los que velan por intereses espirituales, deben ser hombres de aguda percepción e intensos sentimientos. Más que nadie necesitan ser sobrios en el comer. Nunca debiera haber en sus mesas manjares costosos y suculentos.

Los que desempeñan cargos de confianza deben hacer diariamente resoluciones de gran trascendencia. A menudo deben pensar con rapidez, y ésto sólo pueden hacerlo con éxito los que practican la estricta templanza. La mente se fortalece bajo la influencia del correcto tratamiento dado a las facultades físicas e intelectuales. Si el esfuerzo no es demasiado grande, cada nueva tarea añade nuevo vigor. No obstante, muchas veces el trabajo de los que tienen planes de acción importantes que estudiar y decisiones no menos importantes que tomar, queda siniestramente afectado por un régimen alimenticio impropio. El desarreglo del estómago perturba la mente. A menudo causa irritabilidad, aspereza o injusticia. Más de un plan de acción que hubiera podido ser beneficioso para el mundo se ha desechado; más de una medida injusta, opresiva y aun cruel ha sido llevada a cabo en consecuencia de un estado morboso proveniente de hábitos dietéticos erróneos. Los de ocupación sedentaria, principalmente mental, que tengan suficiente valor moral y dominio propio, podrán probar el satisfacerse con dos o tres platos y no comer más de lo estrictamente necesario para saciar el hambre. Hagan ejercicio activo cada día, y verán como se benefician.

Los hombres robustos empeñados en trabajo físico activo no tienen tanto motivo de fijarse en la cantidad y calidad del alimento como las personas de hábitos sedentarios; pero aun ellos gozarán mejor salud si ejercen dominio propio en el comer y en el beber.

Hay quienes quisieran que se les fijara una regla exacta para su alimentación. Comen con exceso y les pesa después, y cavilan sobre lo que comen y beben. Ésto no debiera ser así. Nadie puede sentar reglas estrictas para los demás. Cada cual debe dominarse a sí mismo y, fundado en la razón, obrar por principios sanos.

Nuestro cuerpo es propiedad de Cristo, comprado por él mismo, y no nos es lícito hacer de ese cuerpo lo que nos plazca. Cuantos entienden las leyes de la salud, implantadas en ellos por Dios, deben sentirse obligados a obedecerlas. La obediencia a las leyes de la higiene es una obligación personal. A nosotros mismos nos toca sufrir las consecuencias de la violación de esas leyes. Cada cual tendrá que responder ante Dios por sus hábitos y prácticas. Por tanto, la pregunta que nos incumbe no es: "¿Cuál es la costumbre del mundo?" sino ¿Cómo debo conservar la habitación que Dios me dio?"

  

Home | El Libros-html | El Libros PDFDe la Salud| Contacto