El Ministerio de Curación 3B

Los Médico misioneros y su Trabajo-B

Asistencia a los Desvalidos sin Trabajo ni Hogar

"Dios puede poner una mesa en el desierto de la escasez."

Hay hombres y mujeres de corazón generoso que consideran ansiosamente la condición de los pobres y el modo de aliviarlos. ¿Cómo asistir a los desvalidos sin trabajo ni hogar para que obtengan las bendiciones comunes de la providencia de Dios y para que lleven la vida que él dispuso que el hombre llevara?, es una pregunta a la que muchos procuran contestar. Pero no son muchos, aun entre los educadores y estadistas, los que comprenden las causas del estado actual de la sociedad. Los que llevan las riendas del gobierno son incapaces de resolver el problema de la miseria, del pauperismo y del incremento del crimen. En vano se esfuerzan para poner las operaciones comerciales sobre una base más segura.

Si los hombres se fijaran más en la enseñanza de la Palabra de Dios, encontrarían solución a esos problemas que los dejan perplejos. Mucho podría aprenderse del Antiguo Testamento respecto a la cuestión del trabajo y de la asistencia al pobre.

El Plan de Dios Para Israel

En el plan de Dios para Israel, cada familia tenía su propia casa en suficiente tierra de labranza. De este modo quedaban asegurados los medios y el incentivo para hacer posible una vida provechosa, laboriosa e independiente. Y ninguna especulación humana ha mejorado jamás semejante plan. Al hecho de que el mundo se apartó de él, se debe en gran parte la pobreza y la miseria que imperan hoy.

Al establecerse Israel en Canaán, la tierra fue repartida entre todo el pueblo, menos los levitas que, en calidad de ministros del santuario, quedaban exceptuados de la repartición. Las tribus fueron empadronadas por familias, y a cada familia, según el número de sus miembros, le fue concedida una heredad.

Y si bien era cierto que uno podía enajenar su posesión por algún tiempo, no podía, sin embargo, deshacerse definitivamente de ella en perjuicio de la herencia de sus hijos. En cuanto pudiese rescatar su heredad, le era lícito hacerlo en cualquier momento. Las deudas eran perdonadas cada séptimo año, y cada cincuenta años, o sea en ocasión del jubileo, todas las fincas volvían a sus primitivos dueños.

"La tierra no se venderá rematadamente -mandó el Señor,- porque la tierra mía es; que vosotros peregrinos y extranjeros sois para conmigo. Por tanto, en toda la tierra de vuestra posesión, otorgaréis redención a la tierra. Cuando tu hermano empobreciera, y vendiere algo de su posesión, vendrá el rescatador, su cercano, y rescatará lo que su hermano hubiere vendido. Y cuando el hombre . . hallare lo que basta para su rescate, . . volverá a su posesión. Mas si no alcanzara su mano lo que basta para que vuelva a él, lo que vendió estará en poder del que lo compró hasta el año del jubileo." (Levítico 25: 23-28)

"Santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores: éste os será jubileo; y volveréis cada uno a su posesión, y cada cual volverá a su familia." (Vers. 10.)

De este modo cada familia quedaba segura de su posesión, y había una salvaguardia contra los extremos, tanto de la riqueza como de la pobreza.

La Educación Industrial

En Israel considerábase como un deber la educación industrial. Todo padre tenia obligación de enseñar a sus hijos algún oficio útil. Los mayores hombres de Israel fueron educados para desempeñar oficios. El conocimiento de las labores domésticas se consideraba indispensable para toda mujer. Y la destreza en el desempeño de estas tareas era honrosa para las mujeres de la clase más encumbrada.

En las escuelas de los profetas se enseñaban varios oficios, y muchos estudiantes se mantenían a sí mismos con su trabajo manual.

Consideración Para Con los Pobres

Estas disposiciones, sin embargo, no acabaron por completo con la pobreza. Tampoco era propósito de Dios que cesara toda pobreza. Éste es uno de los medios de que él dispone para el desarrollo del carácter. "Porque no faltarán menesterosos de en medio de la tierra; -dice Dios- por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, a tu pobre, y a tu menesteroso en tu tierra." (Deuteronomio 15:11.)

"Cuando hubiere en ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en tu tierra que Jehová tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre: mas abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que basta, lo que hubiere menester." (Vers. 7-8.)

"Y cuando tu hermano empobreciere, y se acogiere a ti, tú lo ampararás: como peregrino y extranjero vivirá contigo." (Levítico 25:35.)

"Cuando segareis la mies de vuestra tierra, no acabarás de segar el rincón de tu haza, ni espigarás tu tierra segada." "Cuando segares tu mies en tu campo, y olvidares alguna gavilla en el campo, no volverás a tomarla . . Cuando sacudieres tus olivas, no recorrerás las ramas tras ti. . . . Cuando vendimiaras tu viña, no rebuscarás tras ti: para el extranjero, para el huérfano, y para la viuda será." (Levítico 19: 9; Deuteronomio 24: 19-21.)

Nadie había de temer que su generosidad fuera para él causa de pobreza. La obediencia a los mandamientos de Dios traería seguramente consigo la prosperidad. "Por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que pusieres mano." "Prestarás . . . a muchas gentes, mas tú no tomarás prestado; y enseñorearte has de muchas gentes, pero de ti no se enseñorearán." (Deuteronomio 15:10, 6.)

Principios Que Regían las Transacciones

La Palabra de Dios no sanciona los métodos que enriquezcan a una clase mediante la opresión y las penurias impuestas a otra. Esta Palabra nos enseña que, en toda transacción comercial, debemos ponernos en el lugar de aquellos con quienes tratamos, mirar no sólo por nuestros intereses, sino también por los ajenos. El que se aprovecha del infortunio de otro para medrar, o se vale de la flaqueza o la incompetencia de su prójimo, viola los principios y los preceptos de la Palabra de Dios.

"No torcerás el derecho del peregrino y del huérfano; ni tomarás por prenda la ropa de la viuda." "Cuando dieres a tu prójimo alguna cosa emprestada, no entrarás en su casa para tomarle prenda: fuera estarás, y el hombre a quien prestaste, te sacará afuera la prenda. Y si fuere hombre pobre, no duermas con su prenda." "Si tomares en prenda el vestido de tu prójimo, a puestas del sol se lo volverás: porque sólo aquello es su cubierta, . . . en el que ha de dormir: y será que cuando él a mí clamare, yo entonces le oiré, porque soy misericordioso." "Cuando vendierais algo a vuestro prójimo, o comprareis de mano de vuestro prójimo, no engañe ninguno a su hermano." (Deuteronomio 24: 17, 10-12; Éxodo 22:26-27; Levítico 25:14.)

"No hagáis agravio en juicio, en medida de tierra, ni en peso, ni en otra medida." "No tendrás en tu bolsa pesa grande y pesa chica. No tendrás en tu casa epha grande y epha pequeño" "Balanzas justas, pesas justas, epha justo, e hin justo tendréis." (Levítico 19:35; Deuteronomio 25:13- 14; Levítico 19:36.)

"Al que te pidiere, dale; y al que quisiere tomar de ti prestado, no se lo rehuses." "El impío toma prestado, y no paga; mas el justo tiene misericordia, y da." (S. Mateo 5:42; Salmo 37: 21.)

"Reúne consejo, haz juicio; pon tu sombra en medio del día como la noche: esconde los desterrados, no entregues a los que andan errantes. Moren contigo mis desterrados, . . séles escondedero de la presencia del destruidor." (Isaías 16: 3,4.)

El plan de vida que Dios dio a Israel estaba destinado a ser una lección objetiva para toda la humanidad. Si estos principios fueran practicados hoy, ¡cuán diferente sería el mundo!

Oportunidades Para los Desamparados

Dentro de los dilatados límites de la naturaleza hay todavía sitio para proporcionar morada al que sufre y al necesitado. En el seno de ella hay recursos suficientes para suministrarles alimento. Escondidas en las profundidades de la tierra, yacen bendiciones para todos aquellos que tienen ánimo, voluntad y perseverancia para acopiar sus tesoros.

El cultivo del suelo, ocupación que Dios asignó al hombre en el Edén, abre campo en que muchedumbres enteras pueden ganarse el sustento.

"Espera en Jehová, y haz bien; vivirás en la tierra, y en verdad serás alimentado." (Salmo 37: 3.)

Miles y decenas de miles podrían labrar la tierra en vez de apiñarse en las ciudades, al acecho para obtener una pitanza. Y aun lo poco que ganan no lo gastan en pan, sino que va a parar a la gaveta del tabernero que les suministra el veneno que destruye alma y cuerpo.

Muchos consideran el trabajo como cosa penosa y procuran ganarse la vida con tretas y ardides antes que con un trabajo honrado. Este afán de vivir sin trabajar abre la puerta a la miseria, al vicio y al crimen.

Los Barrios Bajos

En las grandes ciudades hay muchedumbres que reciben menos cuidado y consideración que los animales. Fijaos en las familias apiñadas en miserables viviendas, muchas de ellas sótanos obscuros, que trasudan humedad y desaseo. En esta miseria nacen, se crían y mueren los niños. Nada ven de las bellezas naturales que Dios creó para solaz de los sentidos y elevación del alma. Harapientos y famélicos, viven en el vicio y en la depravación, amoldado su carácter conforme a la miseria y el pecado que los rodean. Estos niños sólo oyen el nombre de Dios en blasfemias. Manchan sus oídos palabras injuriosas, imprecaciones y obscenidades. Los vapores del alcohol y el humo del tabaco, hedores morbosos y degradación moral, pervierten sus sentidos. Y así muchísimos son preparados para desarrollarse en criminales, enemigos de la sociedad que los abandonó a la miseria y a la degradación.

Pero no todos los pobres de esos barrios son así. Hay hombres y mujeres temerosos de Dios, arrastrados a la extrema pobreza por la enfermedad y el infortunio, y muchas veces también por las artimañas deshonestas de los que explotan a sus prójimos. Muchas personas honradas y bien intencionadas caen en la pobreza por falta de educación práctica. La ignorancia las inhabilita para luchar con las dificultades de la vida. Arrastradas a las ciudades, es frecuente que no puedan encontrar ocupación. Rodeadas de escenas y voces del vicio, vense expuestas a terribles tentaciones. Agrupadas y muy a menudo clasificadas con los viciosos y degradados, es únicamente mediante una lucha sobrehumana y un poder superior, cómo son guardadas de hundirse en las mismas profundidades. Muchos permanecen firmes en su integridad, prefiriendo sufrir más bien que pecar. Es especialmente esa clase de gente la que, necesita ayuda, simpatía y aliento.

Hogares en el Campo

Si los pobres que atestan hoy las ciudades encontrasen casas en el campo, podrían no sólo ganarse la vida, sino recobrar la salud y gozar de la felicidad que ahora desconocen. Rudo trabajo, vida sencilla, estricta economía, y a menudo penalidades y privaciones, es lo que les tocaría, pero ¡qué bendición sería para ellos dejar la ciudad, con sus solicitaciones al mal, sus alborotos y sus crímenes, su miseria e impureza, para saborear la tranquilidad, paz y pureza del campo!

Si a muchos de los que viven en las ciudades y que no tienen ni un metro cuadrado de hierba que pisar, y que año tras año no han mirado más que patios sucios y estrechos callejones, paredes de ladrillo, y pavimentos, y un cielo nublado de polvo y humo, se les llevara a algún distrito rural, en medio de campos verdes, de bosques, collados y arroyos, bajo un cielo claro y con aire fresco y puro, casi les parecería estar en el paraíso.

Apartados así del contacto de los hombres y de la dependencia de ellos, y alejados de los ejemplos, las costumbres y el bullicio, corruptores del mundo, se acercarían más y más al corazón de la naturaleza. La presencia de Dios sería para ellos cada vez más real. Muchos aprenderían a depender de él. Por medio de la naturaleza oirían la voz de Dios hablar de paz y amor a su corazón, y su mente, alma y cuerpo corresponderían al poder reconstituyente y vivificador.

La Necesidad de Educación Industrial

Para llegar a ser diligentes e independientes, muchos necesitarán asistencia, aliento e instrucción. Hay un sinnúmero de familias pobres en cuyo beneficio no podría hacerse mejor obra misionera que la de ayudarlas a establecerse en el campo y enseñarles cómo obtener sustento del cultivo de la tierra.

La necesidad de tal ayuda e instrucción no queda circunscrita a las ciudades. Aun en el campo, a pesar de las posibilidades que hay allí para vivir mejor, hay pobres muy necesitados. Hay comunidades faltas de educación industrial y de higiene. Hay familias que viven en chozas, con pocos muebles y escasa ropa, sin herramientas ni libros, ni comodidad alguna, ni medios de cultura. Se notan almas embrutecidas, cuerpos debilitados y deformes, resultado patente de la herencia y de los malos hábitos. A esta gente se la ha de educar desde el mismo fundamento. Vivió en la imprevisión, ocio y corrupción, y necesita que se le enseñe hábitos correctos.

¿Cómo puede hacérsele sentir la necesidad de mejorar? ¿Cómo se la encaminará hacia un ideal de vida más elevado? ¿Cómo ayudarle a levantarse? ¿Qué cabe hacer donde prevalece la pobreza y hay que luchar con ella a cada paso? No es ciertamente tarea fácil. Una reforma tan necesaria no puede realizarse a menos que hombres y mujeres tengan la ayuda de un poder externo. Es propósito de Dios que ricos y pobres vivan unidos por lazos de simpatía y de ayuda mutua. Los que disponen de recursos, de talentos y capacidades deben emplearlos en provecho de sus semejantes.

Un Trabajo Para el Granjero Cristiano

Los agricultores cristianos pueden desempeñar una misión verdadera ayudando a los pobres a encontrar casa en el campo y enseñándoles a labrar la tierra y a hacerla productiva. Pueden enseñarles también el uso de los aperos de labranza, los diferentes cultivos, la formación y el cuidado de los huertos.

Entre los que labran el suelo son muchos los que, por descuido no obtienen rendimiento adecuado. Sus huertos no están debidamente atendidos, las siembras no se hacen a tiempo, y el cultivo es superficial. Los tales achacan su fracaso a la esterilidad del suelo. A menudo se miente al condenar un suelo que, bien labrado, hubiera dado abundante rendimiento. Los planes mezquinos, el poco esfuerzo hecho, el escaso estudio dedicado a los mejores métodos, piden a gritos una reforma.

Enséñense los métodos apropiados a quienes quieran aprender. Si algunos no quieren oíros hablarles de ideas progresistas, aleccionadlos silenciosamente con el ejemplo. Mantened bien cultivada vuestra propia tierra. Decid a vuestros vecinos una que otra palabra en momento oportuno, y dejad que vuestras cosechas hablen con elocuencia en favor de los métodos correctos. Demostrad lo que se puede obtener de la tierra cuando se la trabaja debidamente.

Establecimiento de Industrias

Hay que prestar atención a la implantación de diversas industrias que puedan dar empleo a familias pobres. Carpinteros, herreros y, en una palabra, todo el que entienda de algún oficio, deben sentirse moralmente obligados a enseñar y ayudar a los ignorantes y desocupados.

En el servicio y asistencia de los pobres, hay ancho campo para la actividad de mujeres y hombres. Se necesita la ayuda de la cocinera entendida, de la mujer experimentada en el gobierno de la casa, de la costurera, de la enfermera. Enséñese a las mujeres de familias pobres a guisar, a hacerse su propia ropa y a remendarla, a cuidar a los enfermos y atender debidamente a sus casas. Enséñeseles a los muchachos y a las jóvenes algún oficio o trabajo útil.

Familias Misioneras

Necesítanse familias de misioneros que vayan a establecerse en regiones desoladas. Vayan a ocupar regiones desatendidas buenos agricultores, hombres de finanzas, constructores y personas aptas en las varias artes y oficios, para mejorar las condiciones de aquellas tierras, implantar industrias, prepararse humildes viviendas y ayudar a sus vecinos.

Dios ha hecho atractivos los lugares más ásperos de la naturaleza y los más desiertos, dotándolos de bellezas en medio de las cosas repulsivas. Así también debemos obrar. Aun los desiertos de la tierra, cuyo aspecto es poco halagüeño, pueden transformarse en jardín de Dios.

"Y en aquel tiempo los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán en medio de la obscuridad y de las tinieblas.

Entonces los humildes crecerán en alegría en Jehová, y los pobres de los hombres se gozarán en el Santo de Israel." (Isaías 29.18-19.)

Enseñando a Ayudarse a Sí Mismo

Muchas veces, mediante la instrucción en las cosas prácticas, podemos prestar a los pobres eficacísima ayuda. Por regla general, los que no han aprendido a trabajar no tienen hábitos de diligencia, perseverancia, economía y generosidad. No saben cómo componérselas. A menudo, por falta de atención y de sano juicio, derrochan lo que bastaría para mantener a sus familias con decencia y comodidad si lo aprovecharan con cuidado y economía. "En el barbecho de los pobres hay mucho pan: mas piérdese por falta de juicio." (Proverbios 13:23.)

Podemos socorrer perjudicialmente a los pobres si les enseñamos a depender de los demás, pues la limosna fomenta el egoísmo y la incapacidad, y suele llevar a la pereza, a la prodigalidad y a la intemperancia. Nadie que pueda ganarse el sustento tiene derecho a depender de los demás. El refrán: "El mundo me debe el sustento," encierra la esencia de la falsedad, del fraude y del robo. El mundo no debe el sustento a nadie que pueda trabajar y ganárselo por sí mismo.

La verdadera caridad ayuda a los hombres a ayudarse a sí mismos. Si llega alguien a nuestra puerta y nos pide de comer, no debemos despedirlo hambriento; su pobreza puede ser resultado del infortunio. Pero la verdadera beneficencia es algo más que mera limosna. Entraña también verdadero interés por el bienestar de los demás. Debemos tratar de comprender las necesidades de los pobres y angustiados, y darles la asistencia que mejor los beneficiará. Prestar atención, tiempo y esfuerzos personales cuesta mucho más que dar dinero, pero es verdadera caridad.

Aquellos a quienes se enseñe a ganar lo que reciben aprenderán también a sacar mayor provecho de ello. Y al aprender a depender de sí mismos, adquirirán algo que les permitirá sostenerse y los capacitará para ayudar a otros. Enséñese la importancia de las obligaciones de la vida a los que malgastan sus oportunidades. Enséñeseles que la religión de la Biblia no forma holgazanes. Cristo exhortaba siempre a la diligencia. "¿Por qué estáis aquí todo el día ociosos?" decía a los indolentes. "Conviéneme obrar . . entre tanto que el día dura: la noche viene cuando nadie puede obrar." (S. Mateo 20:6; S. Juan 9:4.)

Lecciones Prácticas

Todos tienen ocasión de dar algo al mundo por medio de su vida familiar, sus costumbres, sus prácticas y el orden por el que se rigen, como evidencia de lo que puede hacer el Evangelio por los que le obedecen. Cristo vino a nuestro mundo para darnos ejemplo de lo que podemos llegar a ser. Él espera de quienes le siguen que sean modelos de corrección en todas las circunstancias de la vida. Desea que el toque divino se vea en las cosas exteriores.

Nuestras casas y todo lo que nos rodea deben ser lecciones objetivas de mejoramiento para que la laboriosidad, el aseo, el gusto y el refinamiento substituyan la pereza, el desaseo, la tosquedad y el desorden. Por nuestra vida y nuestro ejemplo podemos ayudar a otros a distinguir lo que es repulsivo en su carácter o en el medio en que viven, y con cortesía cristiana podemos asentarlos a mejorar. Al manifestarles nuestro interés, encontraremos oportunidad para enseñarles a dar el mejor empleo a sus energías.

Esperanza y Valor

Nada podemos hacer sin valor ni perseverancia. Decid palabras de esperanza y de ánimo a los pobres y a los desalentados. Si es necesario, dadles pruebas tangibles de vuestro interés, ayudándoles cuando pasan algún apuro. Quienes gozan de muchas ventajas deben tener presente que ellos mismos todavía yerran en muchas cosas, y les duele que se les señale sus propios yerros y se les presente un hermoso modelo de lo que debieran ser. Recordad que la bondad puede más que la censura. Al procurar enseñar a otros, hacedles ver que deseáis que alcancen el nivel más elevado y queréis ayudarles. Si en algo tropiezan, no os apresuréis a condenarlos.

Sencillez, Abnegación

Las lecciones esenciales de sencillez, desprendimiento y economía que los pobres deben aprender, les resultan a veces difíciles y enojosas. El ejemplo y espíritu del mundo despiertan y fomentan continuamente el orgullo, el amor de la ostentación, la sensualidad, la prodigalidad y la pereza. Estos males llevan a miles a la miseria, e impiden a otros miles que salgan de la degradación y la desdicha. Tócales a los cristianos alentar a los pobres a resistir estas influencias.

Jesús vino a este mundo en humildad. Era de familia pobre. La Majestad de los cielos, el Rey de gloria, el Jefe de las huestes angélicas, se rebajó hasta aceptar la humanidad y escogió una vida de pobreza y humillación. No tuvo oportunidades que no tengan los pobres. El trabajo rudo, las penurias y privaciones eran parte de su suerte diaria. "Las zorras tienen cuevas -decía,- y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recline la cabeza." (S.Lucas 9:58.)

El Ejemplo de Jesús

Jesús no buscó la admiración ni los aplausos de los hombres. No mandó ejército alguno. No gobernó reino terrenal alguno. No corrió tras los favores de los ricos y de aquellos a quienes el mundo honra. No procuró figurar entre los caudillos de la nación. Vivió entre la gente humilde. No tuvo en cuenta las distinciones artificiosas de la sociedad. Desdeñó la aristocracia de nacimiento, fortuna, talento, instrucción y categoría social.

Era el Príncipe de los cielos, y, sin embargo, no escogió a sus discípulos de entre los sabios jurisconsultos, los gobernantes, los escribas o los fariseos. A todos éstos los pasó por alto porque se enorgullecían de su saber y su posición social. Estaban encastillados en sus tradiciones y supersticiones. Aquel que podía leer en todos los corazones eligió a unos humildes pescadores que se prestaban a ser enseñados. Comía con publicanos y pecadores, y andaba entre la plebe, no para rebajarse y hacerse rastrero con ella, sino para enseñarle sanos principios por medio de preceptos y ejemplo, y para elevarla por encima de su mundanalidad y vileza.

Jesús procuró corregir el criterio falso con que el mundo estima el valor de los hombres. Se puso de parte de los pobres, para poder borrar de la pobreza el estigma que el mundo había echado sobre ella. La limpió para siempre del oprobio al bendecir a los pobres, herederos del reino de Dios. Nos invita a seguir sus huellas, diciendo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame." (Vers. 23.)

Los obreros de Cristo deben ir al encuentro del pueblo y educarle, no en el orgullo, sino en la formación del carácter. Deben enseñarle cómo trabajó Cristo y cómo se sacrificó. Hay que ayudar a la gente a que aprenda de Cristo lecciones de abnegación y sacrificio. Hay que enseñarle a guardarse de conformarse excesivamente con lo que está de moda. La vida es por demás valiosa, por demás llena de responsabilidades solemnes y sagradas, para malgastarla en placeres.

Lo Mejor de la Vida

Hombres y mujeres están apenas empezando a comprender el verdadero objeto de la vida. Les atrae el brillo y la apariencia. Ambicionan un puesto eminente en el mundo. Y a ésto sacrifican los verdaderos fines de la vida. Las mejores cosas de la vida: la sencillez, la honradez, la veracidad, la pureza, la integridad, no pueden comprarse ni venderse. Tan gratuitas son para el ignorante como para el educado, para el humilde labriego como para el estadista cargado de honores. Para todos ha provisto Dios un deleite de que pueden gozar igualmente ricos y pobres: el deparado por el cultivo de la pureza de pensamiento y el trabajo abnegado, el deleite que se experimenta al pronunciar palabras de simpatía y al realizar actos de bondad. Quienes prestan semejante servicio irradian la luz de Cristo, para iluminar vidas entenebrecidas por muchas sombras.

Dios Dará Éxito

Al asistir a los pobres en cosas temporales, tened siempre presentes sus necesidades espirituales. Atestigüe vuestra vida el poder custodio del Salvador. Revele vuestro carácter el alto nivel que todos pueden alcanzar. Enseñad el Evangelio en sencillas lecciones objetivas. Sea todo lo que hagáis una lección acerca de cómo se forma el carácter.

En el humilde círculo del trabajo, los muy débiles, los más obscuros, pueden obrar con Dios y tener el consuelo de su presencia y su gracia sustentadora. No han de agobiarse por perplejidades y cuidados inútiles. Trabajen de día en día, llevando fielmente a cabo la tarea que la providencia de Dios les señala, y él cuidará de ellos, pues dice:

"Por nada estéis afanosos; sino sean notorias vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Cristo." (Filipenses 4:6-7.)

El cuidado del Señor se extiende a todas sus criaturas. Él ama a todos y no hace acepción de personas, si bien mira con la más tierna compasión a los que llevan las cargas más pesadas de la vida. Los hijos de Dios han de soportar pruebas y dificultades. Pero deben aceptar su suerte con espíritu animoso, teniendo presente que por todo aquello que el mundo les niega, Dios los resarcirá colmándolos de sus mas preciosos favores. Cuando nos encontramos en situaciones difíciles, Dios manifiesta su poder y sabiduría en respuesta a la humilde oración. Confiad en él, porque oye y atiende las oraciones. Se manifestará a vosotros como Aquel que puede asistir en cualquier emergencia. El que creó al hombre y le dio sus maravillosas facultades físicas, mentales y espirituales, no le negará lo necesario para sostener la vida que le dio. El que nos dio su Palabra, hojas del árbol de la vida, no nos negará el conocimiento que necesitamos para alimentar a sus hijos menesterosos.

¿Cómo puede obtener sabiduría el que dirige el arado y conduce los bueyes? Buscándola como plata y como tesoro escondido. "Porque su Dios le instruye, y le enseña a juicio." "También ésto salió de Jehová de los ejércitos, para hacer maravilloso el consejo y engrandecer la sabiduría." (Isaías 28:26, 29.)

El que enseñó a Adán y Eva en el Edén a cuidar del huerto desea instruir hoy a los hombres. Hay sabiduría para quien maneja el arado y siembra la semilla. Dios abrirá caminos a los que confían en él y le obedecen. Sigan adelante con valor, confiando en Aquel que les satisface las necesidades conforme a la riqueza de su bondad.

El que dio de comer a la muchedumbre con cinco panes y dos pececillos puede darnos hoy el fruto de nuestro trabajo. El que dijo a los pescadores de Galilea: "Echad vuestras redes para pescar," y que, al obedecer ellos, las llenó hasta que se rompían, desea que su pueblo vea en ello una prueba de lo que él quiere hacer por ellos hoy. Aún vive y reina el Dios que dio a los hijos de Israel en el desierto el maná del cielo. Él guiará a su pueblo, y le dará destreza y entendimiento para la obra que está llamado a realizar. Dará sabiduría a los que luchan por cumplir consciente e inteligentemente con su deber. El Dueño del mundo es rico en recursos, y bendecirá a todo aquel que procure beneficiar a los demás.

Necesitamos mirar al cielo con fe. No deberíamos desalentarnos por aparentes fracasos y dilaciones. Debemos trabajar animosos, llenos de esperanza, agradecidos, con la certidumbre de que la tierra encierra en su seno ricos tesoros para que los almacene el obrero fiel, reservas más preciosas que el oro o la plata. Los montes y collados se alteran; la tierra envejece como un vestido; pero nunca faltará la bendición de Dios, que adereza para su pueblo mesa en el desierto.

El Pobre Desvalido

"Bienaventurado el que considera al poblre."

Hecho ya todo lo que puede hacerse para ayudar al pobre a satisfacer sus necesidades, quedan aún las viudas y los huérfanos, los ancianos, los desvalidos y los enfermos, quienes requieren también simpatía y cuidados. No hay que desatenderlos jamás. Dios los encomienda a la misericordia, al amor y al tierno cuidado de todos los que él ha establecido por sus mayordomos.

La Familia de la Fe

"Así pues, según tengamos oportunidad, obremos lo que es bueno para con todos, y mayormente para con los que son de la familia de la fe." (Gálatas 6:10, V.M.)

En un sentido especial, Cristo ha confiado a su iglesia el deber de atender a los miembros necesitados. Permite que sus pobres se encuentren en el seno de cada iglesia. Siempre han de estar con nosotros, y Cristo encarga a los miembros de la iglesia una responsabilidad personal en lo que respecta a cuidar de ellos.

Así como los miembros de una familia fiel cuidan unos de otros, atendiendo a los enfermos, soportando a los débiles, enseñando a los que no saben, educando a los inexpertos, así también los de "la familia de la fe" han de cuidar de sus necesitados y desvalidos. De ninguna manera han de desentenderse de ellos.

Las viudas y los huérfanos son objeto especial del cuidado del Señor.

"Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios en la morada de su santuario." (Salmo 68:5.)

"Tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre: y tu redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado." (Isaías 54:5.)

"Deja tus huérfanos, yo los criaré; y en mí se confiarán tus viudas." (Jeremías 49:11.)

Más de un padre, al tener que separarse de sus queridos, ha podido morir tranquilo, confiando en las promesas de Dios, de que él cuidaría de ellos. El Señor atiende a la viuda y a los huérfanos, no mediante un milagro, como el envío el maná del cielo, ni por cuervos que les lleven de comer; sino por medio de un milagro realizado en corazones humanos, al desalojar de éstos el egoísmo y abrir las fuentes del amor cristiano. A los afligidos e indigentes los encomienda a sus discípulos como encargo precioso. Tienen el mayor derecho a nuestra simpatía.

En las casas bien provistas de comodidades, en los graneros llenos de las abundantes cosechas del campo, en los almacenes bien surtidos de paño y tela, y en las áreas rellenas de oro y plata, Dios suministró recursos para el sostén de estos necesitados. Nos invita a que seamos canales de su munificencia.

Más de una madre viuda con huerfanitos bajo su responsabilidad lucha valerosamente para llevar su doble carga, muchas veces trabajando más allá de sus fuerzas para retener consigo a sus hijos y satisfacer sus necesidades. Poco tiempo le queda para instruirlos y prepararlos, y pocas facilidades tiene para rodearlos de influencias que iluminarían sus vidas. Necesita, por tanto, aliento, simpatía y ayuda positiva.

Dios nos invita a suplir en lo posible la falta de padre impuesta a estos niños. En vez de retraeros de ellos, lamentando sus defectos y las molestias que pueden causar, ayudadles en todo lo que podáis. Procurad aliviar a la madre agobiada. Aligeradle la carga.

Hay además un sinnúmero de niños privados por completo de la dirección de sus padres y de la influencia suavizadora de un hogar cristiano. Abran los cristianos sus corazones y sus casas para recibir a estos desamparados. La tarea que Dios ha encomendado a cada uno en particular no deben transferirla a una institución de beneficencia ni abandonarla a la caridad mundana. Si los niños no tienen parientes que puedan atenderlos, encárguense los miembros de la iglesia de encontrarles casa que los reciba. El que nos hizo dispuso que viviéramos asociados en familias, y la naturaleza del niño se desarrollará mejor en la atmósfera de amor de un hogar cristiano.

Muchos que no tienen hijos, harían una buena obra si se encargaran de los hijos de otros. En vez de cuidar de animalitos y dedicarles nuestros afectos, atendamos más bien a los pequeñuelos, cuyo carácter puede formarse según la imagen divina. Demos nuestro amor a los miembros desamparados de la familia humana. Veamos a cuántos de estos niños podemos educar en la disciplina y la amonestación del Señor. Muchos son los que al obrar así recibirían gran beneficio ellos mismos.

Los Ancianos

Los ancianos necesitan también sentir la benéfica influencia de la familia. En el hogar de hermanos y hermanas en Cristo es donde mejor puede mitigarse la pérdida de los suyos. Si se les anima a tomar parte en los intereses y ocupaciones de la casa, se les ayudará a sentir que aún conservan su utilidad. Hacedles sentir que se aprecia su ayuda, que aún les queda algo que hacer en cuanto a servir a los demás, y ésto les alegrará el corazón e infundirá interés a su vida.

En cuanto sea posible, haced que permanezcan entre amigos y asociaciones familiares aquellos cuyas canas y pasos vacilantes muestran que van acercándose a la tumba. Únanse en los cultos con quienes han conocido y amado. Sean atendidos por manos amorosas y tiernas.

Siempre que sea posible, debe ser privilegio de los miembros de cada familia atender a los suyos. Cuando ésto no puede hacerse, tócale a la iglesia hacerlo, y ella debe considerarlo como privilegio y obligación. Todo el que tiene el espíritu de Cristo mirará con ternura a los débiles y los ancianos.

La presencia en nuestras casas de uno de estos desamparados es una preciosa oportunidad para cooperar con Cristo en su ministerio de gracia y para desarrollar rasgos de carácter como los suyos. Hay bendición en la asociación de ancianos y jóvenes. Estos últimos pueden llevar rayos de sol al corazón y la vida de los ancianos. Quienes van desprendiéndose de la vida necesitan del beneficio resultante del trato con la juventud llena de esperanza y ánimo. Los jóvenes también pueden obtener ayuda de la sabiduría y la experiencia de los ancianos. Más que nada necesitan aprender a servir con abnegación. La presencia de alguien que necesita simpatía, longanimidad y amor abnegado será de inestimable bendición para más de una familia. Suavizará y pulirá la vida del hogar, y sacará a relucir en viejos y jóvenes las gracias cristianas que los revestirán de divina belleza y los enriquecerán con tesoros imperecederos del cielo.

"Siempre tendréis los pobres con vosotros -dijo Cristo,- y cuando quisiereis les podréis hacer bien." (S. Marcos 14:7.) "La religión pura y sin mácula delante de Dios y Padre es ésta: Visitar los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha de este mundo." (Santiago 1:27.)

Al poner entre ellos a los desamparados y a los pobres, para que dependan de su cuidado, Cristo prueba a los que dicen ser sus discípulos. Por nuestro amor y servicio en pro de sus hijos necesitados revelamos lo verdadero de nuestro amor a él. Desatenderlos equivale a declararnos falsos discípulos, extraños a Cristo y a su amor.

Orfanatos

Aunque se hiciera todo lo posible para proporcionar hogar a los huérfanos, quedarían aún muchos por atender. Muchos de ellos han heredado propensiones al mal. Prometen poco, no son atractivos, sino perversos; pero los compró la sangre de Cristo, y para él son tan preciosos como nuestros hijitos. De no serles tendida una mano de auxilio, crecerán en la ignorancia y los arrastrarán el vicio y el crimen. Muchos de estos niños podrían ser librados de estos peligros mediante la obra de asilos de huérfanos.

Estas instituciones, para ser eficaces, deberían estar organizadas, en todo lo posible, según el modelo de un hogar cristiano. En vez de grandes establecimientos que amparen a gran número de niños, deberían ser más bien pequeñas instituciones colocadas en varios puntos. En vez de encontrarse dentro o cerca de alguna gran ciudad, convendría que estuvieran en el campo, donde pueden adquirirse tierras de cultivo, y donde los niños podrían entrar en contacto con la naturaleza y tener los beneficios de una educación industrial.

Los encargados de semejante hogar deberían ser hombres y mujeres de gran corazón, de cultura y de abnegación; hombres y mujeres que emprendieran la obra por amor a Cristo y que educaran a los niños para él. Bajo un cuidado tal, muchos niños sin familia y desamparados podrían prepararse para ser miembros útiles de la sociedad, para honrar a Cristo y ayudar a su vez a otros.

Economía, Abnegación

Muchos desprecian la economía, confundiéndola con la tacañería y mezquindad. Pero la economía se aviene perfectamente con la más amplia liberalidad. Efectivamente, sin economía no puede haber verdadera liberalidad. Hemos de ahorrar para poder dar.

Nadie puede practicar la verdadera benevolencia sin sacrificio. Sólo mediante una vida sencilla, abnegada y de estricta economía podemos llevar a cabo la obra que nos ha sido señalada como a representantes de Cristo. El orgullo y la ambición mundana deben ser desalojados de nuestro corazón. En todo nuestro trabajo ha de cumplirse el principio de la abnegación manifestado en la vida de Cristo. En las paredes de nuestras casas, en los cuadros, en los muebles, tenemos que leer esta inscripción: "A los pobres que no tienen hogar acoge en tu casa." En nuestros roperos tenemos que ver escritas, como con el dedo de Dios, estas palabras: "Viste al desnudo." En el comedor, en la mesa cargada de abundantes manjares, deberíamos ver trazada esta inscripción: "Comparte tu pan con el hambriento." (Isaías 58: 7.)

Se nos ofrecen miles de medios de ser útiles. Nos quejamos muchas veces de que los recursos disponibles son escasos; pero si los cristianos tomaran las cosas más en serio, podrían multiplicar mil veces esos recursos. El egoísmo y la concupiscencia nos impiden ser más útiles.

¡Cuánto no se gasta en cosas que son meros ídolos, cosas que embargan la mente, el tiempo y la energía que deberían dedicarse a usos más nobles! ¡Cuánto dinero se derrocha en casas y muebles lujosos, en placeres egoístas, en manjares costosos y malsanos, en perniciosos antojos! ¡Cuánto se malgasta en regalos que no aprovechan a nadie! En cosas superfluas y muchas veces perjudiciales gastan los cristianos de profesión mucho más de lo que gastan en el intento de arrebatar almas de las garras del tentador.

Muchos cristianos de profesión gastan tanto en su vestimenta que nada les queda para las necesidades ajenas. Se figuran que han de lucir adornos y prendas de mucho valor, sin pensar en las necesidades de los que apenas pueden proporcionarse la ropa más modesta.

Hermanas mías, si conformáis vuestro modo de vestir con las reglas de la Biblia dispondréis de abundantes recursos con que auxiliar a vuestras hermanas pobres. Dispondréis no sólo de recursos, sino de tiempo que muchas veces es lo que más se necesita. Son muchas las personas a quienes podríais ayudar con vuestros consejos, vuestro tacto y vuestra habilidad. Mostradles cómo se puede vestir sencillamente y, no obstante, con buen gusto. ¡Cuántas mujeres no van a la casa de Dios porque sus vestidos no les sientan bien y contrastan deplorablemente con los de las demás! Muchas de estas personas son quisquillosas al respecto y albergan sentimientos de amarga humillación e injusticia a causa de este contraste. Y por ello, muchas dudan de la realidad de la religión y endurecen sus corazones contra el Evangelio.

Cristo nos manda: "Recoged los pedazos que han quedado, porque no se pierda nada." (S. Juan 6:12.) Mientras que cada día millares perecen de hambre, en matanzas, incendios y epidemias, incumbe a todo aquel que ama a sus semejantes procurar que nada sea desperdiciado, que no se gaste sin necesidad nada de lo que puede aprovechar a algún ser humano.

"Dad, y Se os Dará"

Malgastar el tiempo y despreciar nuestra inteligencia resulta pecaminoso. Perdemos todo momento que dedicamos a nuestros intereses egoístas. Si supiéramos apreciar cada momento y dedicarlo a cosas buenas, tendríamos tiempo para hacer todo lo que necesitamos hacer para nosotros mismos o para los demás. Al desembolsar dinero, al hacer uso del tiempo, de las fuerzas y oportunidades, mire todo cristiano a Dios y pídale que le dirija. "Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos abundantemente, y no zahiere, y le será dada." (Santiago 1:5.)

"Haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo: porque él es benigno para con los ingratos y malos." (S. Lucas 6:35.)

"El que aparta sus ojos, tendrá muchas maldiciones"; pero "el que da al pobre, no tendrá pobreza." (Proverbios 28:27.)

"Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida, y rebosando darán en vuestro seno." (S. Lucas 6:38.)

Ministerio Entre los Ricos

"Para que no confíen en riquezas inciertas."

Cornelio, el centurión romano, era rico y de noble estirpe. Desempeñaba un puesto de confianza y honor. Pagano de origen, así como por su educación y cultura, había adquirido por su trato con los judíos, un conocimiento del verdadero Dios, a quien adoraba desde entonces, demostrando la sinceridad de su fe por la compasión que tenía de los pobres. "Hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre." (Hechos 10:2.)

Cornelio no conocía el Evangelio tal como había sido revelado en la vida y muerte de Cristo, y Dios le envió un mensaje directo del cielo, y por medio de otro mensaje mandó al apóstol Pedro para que fuera a verlo y a instruirlo. Cornelio no se había unido con la congregación judaica, y hubiera sido considerado por los rabinos como pagano e impuro; pero Dios veía la sinceridad de su corazón, y desde su trono envió mensajeros para que se unieran con su siervo en la tierra y enseñaran el Evangelio a este oficial romano.

Así busca Dios hoy también almas entre las clases altas como entre las bajas. Hay muchos como Cornelio, a quienes Dios desea poner en relación con su iglesia. Las simpatías de estos hombres están por el pueblo del Señor. Pero los lazos que los unen con el mundo los tienen fuertemente sujetos. Necesitan estos hombres valor moral para juntarse con las clases bajas. Hay que hacer esfuerzos especiales por estas almas que se encuentran en tan gran peligro a causa de sus responsabilidades y relaciones.

Mucho se ha dicho respecto a nuestro deber para con los pobres desatendidos; ¿no debe dedicarse alguna atención a los ricos desatendidos? Muchos no ven promesa en ellos, y poco hacen para abrir los ojos de los que, cegados y deslumbrados por el brillo de la gloria terrenal, no piensan en la eternidad. Miles de ricos han descendido al sepulcro sin que nadie los previniera. Pero por muy indiferentes que parezcan, muchos de ellos andan con el alma cargada. "El que ama el dinero no se hartará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto." (Eclesiastés 5:10.) El que dice al oro fino: "Mi confianza eres tú," ha "negado al Dios soberano." (Job 31:24, 28.) "Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate. Porque la redención de su vida es de gran precio, y no se hará jamás." (Salmo 49:7-8.)

Las riquezas y los honores del mundo no pueden satisfacer al alma. Muchos ricos ansían alguna seguridad divina, alguna esperanza espiritual. Muchos anhelan algo que ponga fin a la monotonía de su vida estéril. Muchos funcionarios públicos sienten necesidad de algo que no tienen. Pocos de ellos asisten a la iglesia, pues consideran que no obtienen gran provecho. La enseñanza que allí oyen no conmueve su corazón. ¿No les dirigiremos algún llamamiento personal?

Entre las víctimas de la necesidad y del pecado se encuentran personas que en otro tiempo eran acaudaladas. Individuos de diversas carreras y condiciones quedaron dominados por las contaminaciones del mundo, por el consumo de bebidas alcohólicas, por la concupiscencia, y han sucumbido a la tentación. Si bien estos caídos necesitan compasión y asistencia, ¿no se ha de prestar alguna atención a los que todavía no se han abismado, pero que ya ponen el pie en la misma senda?

Miles de personas que desempeñan puestos de confianza y honor se entregan a hábitos que envuelven la ruina del alma y del cuerpo. Hay ministros del Evangelio, estadistas, literatos, hombres de fortuna y de talento, hombres de capacidad para vastas empresas y para cosas útiles, que están en peligro mortal porque no ven la necesidad de dominarse en todo. Hay que llamarles la atención respecto de los principios de la templanza, no de un modo dogmático, sino a la luz del gran propósito de Dios para con la humanidad. Si se les presentaran así los principios de la verdadera templanza, muchos individuos de las clases altas reconocerían el valor de ellos y les darían franca acogida.

Debemos convencerles del resultado de tan perniciosos hábitos en la merma de las facultades físicas, mentales y morales. Ayúdeseles a darse cuenta de su responsabilidad como administradores de los dones de Dios. Hágaseles ver el bien que podrían hacer con el dinero que gastan ahora en cosas perjudiciales. Indúzcaseles a la abstinencia completa, aconsejándoles que el dinero que pudieran gastar en bebidas, tabaco, o cosas por el estilo, lo dediquen al alivio de los enfermos pobres, o a la educación de niños y jóvenes para ser útiles en el mundo. No serían muchos los que se negarían a oír una invitación tal.

Hay otro peligro al cual están particularmente expuestos los ricos, y su existencia ofrece también un campo de acción para el misionero médico. Muchos que gozan de prosperidad en el mundo, y que nunca se dejaron arrastrar por los vicios ordinarios, se encaminan a la ruina por el amor de las riquezas. La copa más difícil de llevar no es la vacía, sino la que está llena hasta el borde. Ésta es la que exige el mayor cuidado para conservarla en equilibrio. La aflicción y la adversidad traen consigo desengaño y tristeza; pero la prosperidad es lo más peligroso para la vida espiritual.

Los que sufren reveses pueden simbolizarse por la zarza que Moisés vio en el desierto, la cual ardía sin consumirse. El ángel del Señor estaba en medio de ella. Así también en las privaciones y aflicciones el resplandor de la presencia del Invisible está con nosotros para consolarnos y sostenernos. Muchas veces se piden oraciones por los que padecen enfermedad o sufren infortunios; pero los hombres a quienes se otorgó prosperidad e influencia necesitan aun más nuestras oraciones.

En el valle de la humillación, donde los hombres sienten su necesidad y dependen de Dios para que guíe sus pasos, hay seguridad relativa. Pero los que se encuentran, por así decirlo, en la cumbre, y a quienes, debido a su situación, se les atribuye sabiduría, son los que corren el mayor peligro. A menos que confíen en Dios, caerán seguramente.

La Biblia no condena a nadie por rico, si adquirió honradamente su riqueza. La raíz de todo mal no es el dinero, sino el amor al dinero. Dios da a los hombres la facultad de enriquecerse; y en manos del que se porta como administrador de Dios, empleando generosamente sus recursos, la riqueza es una bendición, tanto para el que la posee como para el mundo. Pero muchos, absortos en su interés por los tesoros mundanos, se vuelven insensibles a las demandas de Dios y a las necesidades de sus semejantes. Consideran sus riquezas como medio de glorificarse. Añaden una casa a la otra, y una tierra a otra tierra; llenan sus mansiones de lujos, mientras que alrededor de ellos hay seres humanos sumidos en la miseria y el crimen, en enfermedades y muerte. Los que así dedican su vida al egoísmo no desarrollan los atributos de Dios, sino los del maligno.

Estos hombres necesitan del Evangelio. Necesitan que se les aparte la vista de la vanidad de las cosas materiales a lo precioso de las riquezas duraderas. Necesitan aprender cuánto gozo hay en dar, y cuánta bendición resulta de ser colaboradores de Dios.

El Señor dice: "A los ricos de este siglo manda que no . . . pongan la esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia de que gocemos: que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, que con facilidad comuniquen, atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano a la vida eterna." (1 Timoteo 6:17-19.)

Por medio del trato casual o accidental no es posible llevar a Cristo a los ricos, que aman al mundo y lo adoran. Estas personas son muchas veces las de más difícil acceso. Por ellas deben hacer esfuerzos personales quienes, animados de espíritu misionero, no se desalienten ni flaqueen.

Hay personas particularmente idóneas para trabajar entre las clases altas. Necesitan pedir a Dios sabiduría para alcanzarlas, y no contentarse con un conocimiento casual de ellas, sino procurar despertarlas, mediante su esfuerzo personal y su fe viva, para que sientan las necesidades del alma, y sean llevadas al conocimiento de la verdad que está en Jesús.

Muchos se figuran que para alcanzar a las clases altas, hay que adoptar un modo de vivir y un método de trabajo adecuado a los gustos desdeñosos de ellas. Consideran de suma importancia cierta apariencia de fortuna, los costosos edificios, trajes y atavíos, el ambiente imponente, la conformidad con las costumbres mundanas y la urbanidad artificiosa de las clases altas, así como su cultura clásica y lenguaje refinado. Ésto es un error. El modo mundano de proceder para alcanzar las clases altas no es el modo de proceder de Dios. Lo que surtirá efecto en esta tarea es la presentación del Evangelio de Cristo de un modo consecuente y abnegado.

Lo que hizo el apóstol Pablo al encontrarse con los filósofos de Atenas encierra una lección para nosotros. Al presentar el Evangelio ante el tribunal del Areópago, Pablo contestó a la lógica con la lógica, a la ciencia con la ciencia, a la filosofía con la filosofía. Los más sabios de sus oyentes quedaron atónitos. No podían rebatir las palabras de Pablo. Pero este esfuerzo dio poco fruto. Escasos fueron los que aceptaron el Evangelio. En lo sucesivo Pablo adoptó un procedimiento diferente. Prescindió de complicados argumentos y discusiones teóricas, y con sencillez dirigió las miradas de hombres y mujeres a Cristo, el Salvador de los pecadores. Escribiendo a los Corintios acerca de su obra entre ellos, dijo:

"Así que, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui con altivez de palabra, o de sabiduría, a anunciaros el testimonio de Cristo. Porque no me propuse saber algo entre vosotros, sino a Jesucristo, y a éste crucificado . . Y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, mas con demostración del Espíritu y de poder; para que vuestra fe no esté fundada en sabiduría de hombres, mas en poder de Dios." (1 Corintios 2:1-5.)

Y en su epístola a los romanos, dice:

"No me avergüenzo del evangelio: porque es potencia de Dios para salud a todo aquel que cree; al Judío primeramente y también al Griego." (Romanos 1: 16.)

Que aquellos que trabajan por las clases altas se porten con verdadera dignidad, teniendo presente que tienen a ángeles por compañeros. Embargue su mente y su corazón el "Escrito está." Tengan siempre colgadas en el aposento de su memoria las preciosas palabras de Cristo. Hay que estimarlas más que el oro o la plata.

Cristo dijo que le era más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que al rico entrar en el reino de Dios. Mientras se trabaje por los ricos se presentarán muchos motivos de desaliento, se tropezarán con muchas revelaciones angustiosas. Pero todo es posible con Dios. Él puede y quiere obrar mediante agentes humanos e influirá en el espíritu de quienes dedican su vida a ganar dinero.

Veránse realizar milagros de conversiones verdaderas, milagros que hoy no se advierten. Los hombres más eminentes de la tierra no son inaccesibles para el poder del Dios que obra maravillas. Si los que colaboran con él cumplen su deber valiente y fielmente, Dios convertirá a personas que desempeñan puestos de responsabilidad, a hombres de inteligencia e influencia. Mediante el poder del Espíritu Santo, muchos serán inducidos a aceptar los principios divinos.

Cuando les conste bien claro que el Señor espera que ellos sean sus representantes para aliviar a la humanidad doliente, muchos responderán y contribuirán con sus recursos y su simpatía a mejorar la suerte de los pobres. Al desprenderse así de sus intereses egoístas, muchos se entregarán a Cristo. Con sus dotes de influencia y sus recursos, cooperarán gozosos en la obra de beneficencia con el humilde misionero que fue instrumento de Dios para su conversión. Mediante el empleo acertado de sus tesoros terrenales se harán "tesoro en los cielos que nunca falta; donde ladrón no llega, ni polilla corrompe." (S. Lucas 12:33.)

Una vez convertidos a Cristo, muchos llegarán a ser instrumentos en manos de Dios para trabajar en beneficio de otros de su propia categoría social. Verán que se les ha encomendado una misión del Evangelio en favor de los que han hecho de esté mundo su todo. Consagrarán a Dios su tiempo y su dinero y dedicarán su talento e influencia a la obra de ganar almas para Cristo.

Sólo la eternidad pondrá de manifiesto lo realizado por esta clase de ministerio, y cuántas almas, antes presa de dudas y hastiadas de mundanalidad y desasosiego, fueron llevadas al gran Restaurador, siempre ansioso de salvar eternamente a los que a él acuden. Cristo es un Salvador resucitado, y hay curación en sus alas.

  

Home | El Libros-html | El Libros PDFDe la Salud| Contacto